La Gazapera

Cuarenta y cuatro años sin Marchena

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Manuel Bohórquez @BohorquezCas
04 dic 2020 / 08:37 h - Actualizado: 04 dic 2020 / 08:38 h.
"La Gazapera"
  • Cuarenta y cuatro años sin Marchena

Antonio Mairena lo llamaba “ídolo falso”. Tal día como hoy, pero de 1976, moría en Sevilla el genio del cante José Tejada Martín, Niño de Marchena, tras ser figura durante más de sesenta años. Pocos casos ha habido en la historia del flamenco como el de este artista al que don Antonio Chacón llamaba La Vieja, por lo que sabía. Nació con el don de la voz, sin duda, y tenía eso que Tomás Pavón llamaba “gracia”, como sinónimo de toque divino. Fue Tomás quien dijo que cuando Dios tiró la sal sobre la tierra, “toda le cayó encima al Niño de Marchena”.

El hermano de la Niña de los Peines no era un resentido, aunque no ligara tanto como Marchena ni tuviera su fama. A pesar de la diferencia de edad, cantaron mucho juntos y se querían bastante. También lo adoraba la propia Pastora Pavón, que era capaz de darle un bofetón a quien osara hablar mal de él en su presencia. Un día tuvo un disgusto con el Pinto, su marido, porque cuestionó algún aspecto de su estilo. “Pero, ¿tú sabes algo de esto, Pepito?”, le soltó una mañana en un tren que los llevaba a Málaga.

Un ahijado de Pastora, el cantaor Perlo de Triana, estaba presente y me lo contó. ¿Saben por qué el Perlo se llamaba Eugenio? Porque lo bautizaron Pastora y Eugenio Santamaría, que fue el dueño del malagueño Café de la Marina y pareja sentimental de la artista gitana de Sevilla. En aquellos tiempos los artistas se querían mucho entre ellos, aunque tuvieran roces. Marchena y Vallejo tuvieron algunos encontronazos a lo largo de sus vidas, pero uno sabía perfectamente la importancia del otro.

¿Por qué Mairena no hablaba bien de Marchena, aun sabiendo que era un genio del cante? Por una cuestión claramente de ideología flamenca. El cantaor mairenero creó una división entre artistas gitanos y no gitanos, y Marchena no lo era. Ni lo era ni gitaneó nunca. Como responsabilizaba a los gachés de la ópera flamenca de su tardía consagración como figura del cante, le tenía antipatía. Pero en el fondo sabía que Marchena era un gran cantaor y que no era solo un “fandanguillero”. Lo mismo que Marchena sabía que Mairena era también un buen cantaor.

Un día estaba cantando Mairena en la Plaza de España y apareció el marchenero con su cohorte de aduladores. Uno de ellos, escuchando a Mairena, le dijo al Maestro de Maestros: “Tiene voz de becerro”. Y don José Tejada, La Vieja, le espetó: “Pues ese va a acabar con nosotros, acuérdate”. Poco tiempo después le dieron la Llave del Cante en Córdoba, en 1962, y se hizo el amo durante dos décadas. No del teatro, sino de los festivales de verano y las peñas flamencas.

La crítica y la flamencología, tan marcadas por el mairenismo, se tendrán que sentar un día sin prisas y dejando a un lado los prejuicios para analizar fríamente la obra de este genio que se nos fue hace hoy cuarenta y cuatro años. No fue un “ídolo falso”, sino uno de los grandes artistas de la historia del cante andaluz, jondo, flamenco o gitano-andaluz. Un jilguero que levantó el vuelo desde los campos marcheneros para posarse en la cima del mundo con una voz de caramelo y un talento natural que solo han tenido los elegidos en la pintura, la poesía, el teatro y la música.