La Tostá

Cuatro años sin el morisco Menese

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Manuel Bohórquez @BohorquezCas
30 jul 2020 / 07:40 h - Actualizado: 30 jul 2020 / 07:42 h.
"La Tostá"
  • Cuatro años sin el morisco Menese

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Tal día como hoy de hace cuatro años le dábamos el último adiós al cantaor José Menese Scott, dueño de una de las voces más impresionantes del cante jondo. Poco nuevo queda ya que decir del maestro morisco, o sea, de la Puebla de Cazalla (Sevilla), porque es de los cantaores que más se han escrito. Bien y mal, las dos cosas, porque no era el maestro plato preferido de todos los aficionados, ni a él le gustaron todos los entendidos. Como era tan sincero, te lo decía a la cara. Un día iba yo andando por la Gran Plaza y estaba sentado en un velador con un amigo de la Puebla. Me llamó a voces y me invitó a sentarme con ellos, lo que hice sin titubear porque para mí Menese fue siempre punto y aparte. Sin tiempo siquiera para tomarme una cerveza, me preguntó con malos humos: “¿Dónde vas tú con el chaconismo? Un taranto de Camarón vale más que todo el cante de levante que grabara ese hombre”. Se refería al cantaor jerezano Don Antonio Chacón, uno de mis ídolos en el cante flamenco. Pero a él no le gustaba porque no era gitano y despotricaba sobre él de una manera muy vehemente, casi rozando el insulto. Total, que el feliz encuentro acabó como el Rosario de la Aurora. Lo bueno que tenía José es que luego, ya en casa, reflexionaba sobre lo que había hecho y te llamaba para pedirte perdón. “Manolito, cariño, discúlpame pero es que me enciendo con estas cosas del cante y ayer me pasé tres pueblos. Te quiero”. El gran maestro tenía esas cosas y había que conocerlo porque luego era un hombre de un fondo increíble, con un corazón más grande que su pueblo. Me importaba de él su cante, aquella manera que tenía de templarse, doliendo, por seguiriyas, soleares, tonás o tientos. Pocos han tenido su profundidad y esa claridad en el mensaje, el compromiso que tuvo con la libertad, aunque a veces fuera tan intransigente como un dictador. “Si te lo digo yo es que es así, y no se hable más”, me dijo otro día hablando de Pepe Marchena, al que tampoco le tuvo nunca ningún aprecio. Marchena cantaba bastante mejor que él, y lo sabía, pero “no dolía”. Para Menese, el cante tenía que doler y enseñar, las dos cosas, de ahí que le gustaran Juan Talega y Antonio Mairena, dos de sus principales referencias. Pastora, Tomás, Mojama, Rafael Romero, Perrate... Tenía un gitano dentro y si hubiera podido no habría dejado cantar a los gachés nada más que en sus cuartos de baño. Era un cabezota, un desastre en muchas cosas, pero anoche recordando su muerte tuve que apagar la luz de mi despacho, de madrugada, y poner un disco suyo para volver a sentir el torniscón de su cante único. Quiero tanto a Menese, aunque ya no esté físicamente, que le perdoné todo el día que murió. Esas cosillas suyas que tuvo conmigo, nada serio. Lo echo tanto de menos que me dieron las claras del día refregándome su voz por la piel hasta hacerme sangre.

Señor que vas a caballo

y no da los buenos días.

Si el caballo cojeara

otro gallo cantaría.