Cuelgamuros: truco o trato

Image
31 oct 2019 / 12:09 h - Actualizado: 31 oct 2019 / 12:11 h.
"Francisco Franco"
  • Vista del helicóptero trasladando los restos de Francisco Franco tras su exhumación del Valle de los Caídos. EFE/J.J. Guillén
    Vista del helicóptero trasladando los restos de Francisco Franco tras su exhumación del Valle de los Caídos. EFE/J.J. Guillén

El traslado de los restos del general Franco sigue dando que hablar. No sabemos sí también supondrá algún rédito electoral aunque algunas encuestas –quitando las loas del señor Tezanos- apuntan a lo contrario. Pero es que los huesos, cuando se mueven, pueden oler. Es lo que le ha pasado al señor Sánchez y su tropa, decididos a convertir la exhumación del generalísimo en la única bandera que podían enarbolar ante los suyos. Y hablando de banderas: impidieron que se colocara la nacional pero se tragaron –sin rechistar, por puro desconocimiento e incultura- el guión del jefe de estado que abrigó el maltrecho ataúd mientras era sacado a hombros por los nietos y biznietos que tampoco se ahorraron un par de vivas que no figuraban en el guión previsto.

Pero hay cosas que no cuadran: la sentencia de los ERE se retrasa para, dicen, no interferir en la campaña electoral. Mientras tanto, la salida de los restos del que fue caudillo para unos y dictador para otros de la basílica de Cuelgamuros fue convertida en el impresionante circo mediático que sigue sonrojando. Pero algunas cosas, más allá de los gritos de la nietada, no salieron como se preveían. El espectáculo, quién lo duda a estas alturas, no dejaba de ser el mascarón de proa de la campaña del señor Sánchez. Los suyos también escogieron bien el coro sonrojante que comentó televisivamente la exhumación de Francisco Franco, su posterior traslado aéreo y la llegada al coqueto cementerio de Mingorrubio. ¿Qué sentido tiene cambiar unos restos de tumba? Al Valle de los Caídos iba quien quería ir y vivía una plácida y olvidada existencia hasta que estos lumbreras tuvieron la idea en el mapa. Ahora no se cabe.

Pero el numerito no quedó ahí. El presidente en funciones volvió a sorprender a propios y extraños llevando florecitas a las famosas ‘Trece Rosas’. No sabemos si son tan fragantes como las quieren pintar pero sí tenemos una absoluta certeza: para Sánchez hay malos y buenos, muertos de distinto valor. Categoría, altura de miras y espíritu de reconciliación habría sido ir corriendo después hasta los cementerios de Paracuellos del Jarama para rendir homenaje a las víctimas de la mayor matanza colectiva, organizada y hasta burocratizada de la Guerra Civil.

A estas alturas no cabe hablar de los unos y los otros. Tenemos que abjurar de los asesinos que hubo en cualquiera de los bandos y sentir sano orgullo de esa generación perdida que se marchó a los campos de batalla –me da igual el color- pensando que hacían lo mejor para España. Entonces habremos ganado el futuro.