Cuestiones capilares

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05 sep 2019 / 12:48 h - Actualizado: 05 sep 2019 / 12:51 h.
"Carles Puigdemont","Donald Trump"
  • Carles Puigdemont. / EFE
    Carles Puigdemont. / EFE

No sabemos si la causa tiene efecto o el asunto es al revés pero el tema es para pensarlo: en el creciente catálogo de cabezas imposibles –léase políticos estrafalarios- figuran tres espantajos con balcones a la calle que no han dejado a nadie indiferente. Todos llevan como estandarte una caballera más o menos original que refuerza su papel de caricatos. El más conocido de todos ellos es Donald Trump, que adorna su alta testa con una imposible ensaimada que parece tejida por gusanos de seda. ¿No se acuerdan? Eran esos devoradores de hojas de morera que guardábamos en una caja de zapatos en edad escolar. El color es idéntico...

Pero hay más: la intrincada pelambrera del presidente de los Estados Unidos –su alambicada colocación debe ser como la receta del gofre, sólo la conocen tres personas en el mundo- se echa a pelear con los lacios pelos rubios, pretenciosamente despeinados, de un señor que tiene animado el cotarro informativo de las últimas jornadas: sí, hablamos de Boris Johnson, el ínclito premier británico que llegaba dispuesto a romper cualquier baraja con tal de dar salida a ese ‘brexit’ que ya no convence a casi nadie. Pero ya saben, en estos días anda como el gallo de Morón: cacareando y sin plumas.

Pero este catálogo de pelambreras excéntricas no estaría completo sin nuestras glorias patrias. A la cabeza –y perdón por señalar- se encuentra ese exiliado de la señorita Pepis que ha convertido la cuestión catalana en un bucle melancólico que nadie será capaz de desenredar en tiempo y forma. El mal causado es tan espeso como esa insólita masa de pelo que cubre la cabeza del prófugo Puigdemont. La verdad sea dicha, hay que echarle redaños para salir así a la calle. Si añaden cierta coletita ya tienen completo este retablo de los horrores. ¿Tendrán que ver los pelos estrafalarios con las obras de sus dueños? En cualquier caso no deja de ser la tarjeta de presentación de estos tiempos que nos ha tocado vivir y el escaso talento de los que deberían ejercer como líderes. Ya lo dijo Romanones: ¡joder, qué tropa! Pues eso...