Cumbre y flancos de la OTAN

Image
02 jul 2022 / 13:14 h - Actualizado: 02 jul 2022 / 13:15 h.
"Tribuna"
  • E.Parra. / E.P
    E.Parra. / E.P

TAGS:

Hay palabras estrenadas en reiteración que entran en el acervo mediático sin las preceptivas dos horas de digestión. A veces son de cierta vacuidad intensiva como “resiliencia”, “procomún” o “proactivo”, pero en otras reconozco la importancia en su elección, más que nada por lo inductivo del conocimiento cuando uno ejercita la masa gris. Acabamos de tener una “cumbre” que sería el punto más alto de intensidad o grandeza en una materia, y hablamos de “flanco” (término de origen francés), que se aplica al lado físico o la dirección en la que tiene que girar o dirigirse una fuerza militar.

De qué lado y en qué punto álgido de la historia de la humanidad nos encontramos actualmente parece evidente en su transcendencia. En estos días se han comparado relevancias a Yalta, la Caída del Muro de Berlín y más certeramente a una nueva edición de la Cold War, como continuidad a la que se inició tras la segunda conflagración mundial. Los protagonistas han cambiado relativamente en su papel amistoso, hegemónico o emergente (en la reunión de Lisboa 2010 Rusia curiosamente iba de invitada), mientras que los riesgos y peligros parecen ser los mismos de tiempos pasados, ahora multiplicados por una amenaza de caos global inminente, una extendida inflación acelerante, ausencia de reservas energéticas, crisis alimentaria y la posibilidad de un conflicto bélico a gran escala que agazapado, siembra de siniestras dudas la fragilidad como especie humana.

Nuestro país se ha posicionado como anfitriona en unos actos y reuniones medidos al detalle, junto a unos agasajos con los invitados que demuestran las mayores virtudes propias: amabilidad, gastronomía, arte y cultura junto una organización perfecta en su ejecución...marca España, que dirían algunos. En efecto, la diplomacia es parte de esta generación del necesario buen ambiente relacional para la consecución de acuerdos y objetivos, pero también esconde sutilezas y carácter embustero inherente a los focos del poder. Como ejemplificación de estos contravalores políticos podríamos repasar el abandono internacional de la Segunda República Española en el golpe de estado de 1936 y posterior guerra civil, o diseccionar los Acuerdos de Múnich del 38 junto al Pacto Ribbentrop-Mólotov del 39; es un buen ejercicio para entender los preludios de los grandes desastres repetidos sin que el común de los mortales logre entender la desdicha de su destino.

La OTAN y el Pacto de Varsovia fueron organizaciones creadas en el marco de una tensión que respondía esencialmente a los intereses respectivos de Estados Unidos y la Unión Soviética. En todo el reguero de guerras de la segunda mitad del siglo XX y lo que llevamos del XXI, hemos fluctuado en periodos de relativa paz junto a violencia puntual y localizada en según qué espacio geográfico afectara a sus moradores. El mosaico europeo emprendió un arduo proceso de unificación y prosperidad que no obstante le fue relegando a un segundo plano internacional frente a un triunvirato de potencias, con la nación norteamericana persistiendo en su prevalencia, una resucitada entidad rusa que se muestra empoderada y beligerante, más un gigantesco poder chino que expectante, se vaticina como el gran aspirante al control prioritario. A partir de esos amos principales se puede hablar de múltiples zonas de actuación y tensión que van desde el Indo-Pacífico al Ártico o las Américas, de Oriente Próximo al Cáucaso, del África Subsahariana al Atlántico Sur. Al hilo les siguen potencias medias como Francia, Reino Unido, Alemania, Australia, India, Japón o Corea del Sur para ocupar su rango propio en la escala de actuación. Todo ello es el largo espacio e inmenso tablero de juego del orbe, con una explosiva demografía asimétrica y el único objetivo del control y explotación de recursos y riquezas allí donde estuvieran.

Decía Volodímir Zelenski (que parece un tipo honesto y lúcido), que deberíamos plantearnos cuál será la próxima nación en ser invadida en Europa. Y efectivamente tiene toda la razón, pero no sería justo olvidar que además del conflicto en Ucrania siguen (entre otros muchos), los de Siria, Mali, Yemen, Etiopía o Myanmar. Es evidente la agresión del demente y cínico Putin, pero veo también la extrema peligrosidad del régimen dictatorial de un paciente Xi Jinping, o la estupidez en el acceso a la Casa Blanca de un señor como Trump, sin que el actual inquilino Biden no sea más que un instrumento de intereses propios. En general, el mundo se focaliza en rangos de visibilidad y áreas de influencia diversas, y es ahí donde la UE debería tener una supremacía moral en la consolidación de sus libertades y logros sociales, pero también en una conciencia plena de su sentido histórico y en la defensa de sus fronteras sin estar subordinados a terceros.

De Madrid han salido conclusiones trascendentales pero no exentas de complejo lastre. Se ha hecho una ampliación de la organización atlántica con la incorporación de Finlandia y Suecia, aunque a costa de la exigencia de Erdogan respecto a “su problema” kurdo. Se ha asumido el flanco este como línea de fricción y muro primario, forzando a un incremento del gasto militar europeo que va a desorbitar los beneficios del sector industrial y muy especialmente el estadounidense (los cazas F-35 de 82 millones de dólares la unidad parece que los estuvieran regalando).

En esta línea, Sánchez ha intentado poner el dedo en la llaga de la protección de Ceuta y Melilla con resultado no explícito (una vez más). La teocracia de Mohamed VI es demasiado aliada de EEUU como para frustrar sus ambiciones hacia el legítimo territorio español, recordando el secretario general ​Stoltenberg que ese conflicto sería en su caso una “decisión política”. Así que lo que llamamos flanco sur OTAN en realidad no pasaría por el estrecho de Gibraltar sino que se circunscribe a la línea horizontal del Sahel y en el marco del integrismo islámico. Aún en esta tesitura, sorprendentemente hemos regalado muelle en Rota para otros dos destructores más de la clase Arleigh Burke. La localidad gaditana hace palmas a ingresos frente a soberanía mediante las reparaciones de los buques, alquiler de viviendas, vehículos, hostelería y mezcolanza étnica. Aunque en su momento se barajó un traslado de unidades a Marruecos, realmente no hay color en la alternativa magrebí respecto a alegres cercanías culturales para una soleada y cómoda estancia en un país occidental. No es casual que los oficiales de la US Navy que salen de la Academia Naval de Annapolis se peguen tortas por tener como destino esta población.

Para terminar este análisis resalto uno de los acuerdos que es la instauración de una nueva doctrina para entender los flujos migratorios como un problema de seguridad territorial, lo cual en parte es cierto, en parte es un prisma peligrosísimo para los casi 90 millones de personas desplazadas en todo el mundo. La tragedia paralela en Melilla de estos días ha sido un ejemplo paradigmático y una demostración de cómo modular declaraciones presidenciales y salir al paso de la brutalidad de la policía marroquí que ahora “colabora” obra y gracia de los cambios posturales respecto al Sáhara Occidental. Los amordazados socios de gobierno ya no saben cómo justificar pactos e ideales mientras que la ultraderecha sonríe sorprendida de cómo se parecen los posicionamientos.

Quizás deberíamos conjugar en su justa medida la idea de defensa con la de los derechos humanos. Me resulta repulsiva la belicosidad intencionada por el poder y el capital, pero también es terriblemente ingenua-falsaria una ideología que cree que vivimos en La Casa de la Pradera. El grotesco diálogo del coronel Nathan R. Jessup (Jack Nicholson / A Few Good Men 1992), no deja de tener un trasfondo inquietantemente realista: “Tú no quieres la verdad porque en zonas de tu interior de las que no charlas con los amiguetes, me quieres en ese muro, me necesitas en ese muro.”