Cumpleaños de Juan Valderrama

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Manuel Bohórquez @BohorquezCas
23 may 2020 / 09:52 h - Actualizado: 23 may 2020 / 09:53 h.
"La Gazapera"
  • Cumpleaños de Juan Valderrama

Mañana es el cumpleaños de Juanito Valderrama, don Juan Valderrama Blanca. Lo felicito desde aquí, desde La Gazapera, sección de flamenco que leyó durante años. Lo felicitaba siempre llamándolo a casa o yendo a visitarlo a su hermosa finca de Espartinas, donde a veces me recibía en bata y zapatillas con los ojillos casi cerrados y una anchurosa sonrisa de oreja a oreja. Casi siempre estaba escuchando cante en un viejo radiocasete, a Chacón, Vallejo o Marchena, y lloraba como un niño. En aquellos años don Juan estaba un poco olvidado por los críticos y flamencólogos, y, como ya no tenía compañía flamenca, trabajaba lo justo.

Un día me pidió que me inventara algo para trabajar más y hablé con el delegado de Asuntos Sociales de la Junta de Andalucía en Sevilla, Juan Rodríguez Cordobés, diciéndole que era el Año Internacional de los Mayores y que había que hacer algo con Juanito. Nos inventamos una gira de charlas y recitales del maestro, él cantando y yo hablando de las grandes figuras de la historia del cante. En Martos (Jaén), actuamos ante 4.000 personas mayores que habían llevado en autocares desde muchos pueblos de la comarca. Nunca antes se había hablado de Chacón, Tomás Pavón, la Niña de los Peines, Vallejo, Caracol o Marchena ante tantos miles de personas. Ni creo que se haya repetido algo así.

Juan hizo aquella tarde catorce palos diferentes con la guitarra del cordobés Luis Calderito. Acabó por seguiriyas recordando a Manuel Torres, y cuando parecía que se iba a romper en mil pedazos remató su actuación con el cambio o la cabal del jerezano Manuel Molina. Las cuatro mil personas, la mayoría con artrosis y mil achaques, se pusieron de pie y le gritaban como si fuera Alejandro Sanz. “¡Juanito, queremos un hijo tuyo!”, le gritó una octogenaria desatada, que recordaba una actuación suya en el pueblo después de la Guerra de 1936.

Nunca había visto nada igual, ni lo volveré a ver jamás. Juan era un cantaor de una calidad y un corazón increíbles. Tenía entonces más de ochenta años y estaba muy delicado de salud. Cuando salíamos de Triana, donde me recogían Dolores y el hijo de ambos, Juan Antonio, para actuar en Jaén, Almería o en algún pueblo de Sevilla, Juan estaba en el asiento del copiloto y a veces pensaba que no llegaría vivo. Dolores le daba un par de pastillas en el camino y cuando le tocaba salir al escenario, elegantemente vestido y con sombrero de ala ancha, parecía otro. Resucitaba como los pollitos cuando le dan una pimienta.

El cante era para él una inyección de vida y ofreció momentos memorables en aquella entrañable gira. En Granada, por ejemplo, donde estuvo Enrique Morente, quien luego nos invitó a cenar en su casa del Mirador de San Nicolás y le confesó a Juan que era su ídolo. Esa noche nació entre ellos una bonita amistad, entre dos genios, cada uno en su estilo. Juan le pidió que le permitiera cantar con él en los escenarios, de telonero, y Enrique le dijo que no porque, “a ver quién canta detrás de usted”. Y a Juanito le brillaron los ojillos como dos luciérnagas en la noche.

Mañana cumple 104 años y donde quiera que esté, que sepa que lo sigo queriendo. Felicidades, maestro.