Doscientos alumnos del Instituto Palau, de Barcelona, se concentraron ante el edificio central para exigir respeto hacia sus compañeros hijos de guardias civiles, al que dos profesores separatistas habían señalado por las cargas policiales de las fuerzas de seguridad del Estado. Todo un ejemplo de señorío de los muchachos a favor de quienes habían sido maltratados públicamente por unos profesores sinvergüenzas.
Y un testimonio que pone de manifiesto, una vez más, la falta de sensibilidad gubernamental en defensa de las fuerzas de seguridad del Estado. Porque lo que ha debido de ocurrir es que los dos profesores separatistas hubieran sido oficialmente denunciados por el Gobierno, por sus representantes en Barcelona, y separados del ejercicio de la enseñanza, por anti españoles, por abusar de su situación sobre los alumnos. Por separatistas.
Otro ejemplo, pero este muy negativo, lo ha dado el presidente del Barcelona Club de Fútbol. Este señor exige que haya mediación y diálogo entre el Estado y los separatistas que se han saltado la ley... Nada menos. O sea, el mundo al revés. Llevado de la arrogancia insultante que caracteriza al sedicioso se alza sobre el bien y el mal como si fuese alguien... Y no es nada. Y no solo exige un proceso de negociación, sino que ha decidido seguir en la Liga española... o sea, como si él fuera quien pueda decidir tal cosa.
Los españoles ya han dicho en las calles que están hartos de coles separatistas, de impertinencias, de arrogancias, o sea, hartos de aguantar a tantos sinvergüenzas.