La Tostá

David Palomar y la tradición gaditana

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Manuel Bohórquez @BohorquezCas
29 sep 2020 / 07:39 h - Actualizado: 29 sep 2020 / 07:41 h.
"La Tostá"
  • David Palomar y la tradición gaditana

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El cantaor David Palomar es de Cádiz, y solo con eso tiene mucho ganado como artista flamenco. Ser de Cádiz no es ser de cualquier parte, es haber nacido donde lo jondo recibió su primer beso de luz. Por si no fuera ya bastante, es del Barrio de la Viña, de donde era la Cachuchera, tía de Rosario la Mejorana, que fue la madre de Pastora Imperio. No hace mucho tiempo estuve todo el día en Cádiz con otro cantaor de la Viña, Juanito Villar, y antes de la cita me perdí por el barrio del arte y el compás y paseé por sus calles más flamencas.

Me acordé de David Palomar, cantaor al que admiro, aunque últimamente me tiene algo preocupado, sobre todo desde que hace dos días le dijo a Manuel Lombo en Música para mis oídos, de Canal Sur, que “hay que faltarle al respeto a la tradición ”, como justificando su deseo de tener un discurso propio en el arte flamenco. Es perfectamente entendible que quiera dar rienda suelta a su creatividad y no ser toda su vida un copista de Chano Lobato, Pericón o Mariana Cornejo.

Muy pocos cantaores actuales tienen el arte, la gracia natural y la impronta de Palomar. Antes que cantaor es artista de escenario. Canta bien y algunas veces, cuando le da la gana, se faja con los palos más duros y se acuerda de que Cádiz no es solo fiesta carnavalera y pataíta con ángel. Desde el Planeta hasta Juan Villar la Tacita ha tenido siempre a seguiriyeros y soleaeros como el Mellizo, Enrique Ortega, Andrés el Loro, el Viejo de la Isla, Curro Dulce, Paquirri, el trianero Franciscisco la Perla, la Cachuchera o Aurelio, por no hacer la lista interminable.

Toda esa tradición de cante grande de Cádiz es la base de casi toda la historia del arte jondo y merece, por encima de todo, respeto. Quiero entender que David Palomar no quiso decir en serio que había que faltarle al respeto a la tradición y hacer cosas nuevas, porque los que crearon lo que hoy llamamos “tradición”, los artistas nombrados y otros, eran creadores que habían mamado en artistas anteriores y que hicieron cosas nuevas.

Hubo un genio de la guitarra, Paco de Lucía, de Algeciras, que se equivocó a veces cuando aseguraba que no le dejaban crear ni una nota nueva, solo reproducir las notas de los demás. Y no es cierto, ni mucho menos. El flamenco, aunque lo dijera Paco, nunca fue una pieza de museo, sino un arte vivo y en continua evolución. Cuando solo tocaba cosas de los demás, según él, siendo un niño, Sabicas, el Niño Ricardo y Esteban Sanlúcar estaban creando nada más y nada menos que parte de la base de lo que se toca hoy y que luego haría el genio.

Por tanto no solo no hay que faltarle al respeto a la tradición, sino venerarla. A lo mejor debió decir perderle un poco el respeto, el miedo, y se habría entendido mejor. Un excesivo respeto al legado de los maestros puede ser una rémora a la hora de crear o recrear sobre lo ya hecho. Pero David Palomar tiene un sonido propio, un sello, sin renegar de la tradición ni huir de otros sonidos. Lo escucho cantar y es como si bebiera agua fresca del cántaro de la tradición gaditana. Es viejo y a la vez nuevo, fresco y con solera.

Que haga lo que le dé la gana, que para eso es dueño de su vida. Como si quiere cantar en polaco o en japonés. Pero que siga mamando en la teta de la tradición y haciéndole un monumento cada día a quienes murieron en la más miserable de las pobrezas. No va a ser más importante porque pegue un pelotazo comercial.