Los medios y los días

De la playa al campo

Image
21 may 2020 / 05:00 h - Actualizado: 21 may 2020 / 05:00 h.
"Los medios y los días"
  • De la playa al campo

Por fortuna, pertenezco a ese grupo minoritario de personas a las que las playas andaluzas en verano –al menos las más populosas- nos parecen, más que un descanso, un motivo para descansar después de veranear en ellas. Por eso contemplo con satisfacción el aumento de la búsqueda del medio rural –el campo y las zonas montañosas- para pasar unas buenas vacaciones. Las playas suelen ser adecuadas para soltar por allí a los niños mientras los adultos se relacionan con sus semejantes en chiringuitos, bares o restaurantes pero el clima es infernal y el paisaje es cemento y residencias que imitan a las que aparecen en las películas estadounidenses y en las telenovelas, muchas de ellas situadas en Miami que es una ciudad bastante artificial quitando las huellas españolas y sevillanas porque allí hay -que yo haya visto- tres monumentos que imitan a la Giralda.

Sevilla tiene una zona próxima, a un centenar de kilómetros, que es una delicia: su Sierra Norte. La sierra y el campo son lugares donde nuestros sentidos y nuestro cerebro se desarrollan más que en unas playas veraniegas masificadas. El paisaje es más diverso y recibimos una variedad de mensajes de mucha mayor riqueza. Hay montones de niños que no han visto –o apenas han visto-gallinas, pavos, cerdos o zorros “en persona” y en su medio. Una vez oí contar en la radio a un famoso locutor cómo un niño había confundido un pavo con un gremlins o con cualquier otro muñeco o dibujo del cine o la TV.

Las salamanquesas del verano, ésas que nos libran de mosquitos y otros insectos y se le adherían a John Wayne en el sombrero en las pantallas de los cines de verano, son confundidas con lagartijas y los jóvenes ignoran que cuando se sienten en peligro se desprenden del rabo para despistar a sus perseguidores. La sabiduría de la gente del campo se queda en el campo y sin embargo nos viene muy bien aprenderla al personal de la ciudad y sobre todo a nuestros menores.

Digo yo que habrá que sintetizar el exterior con nuestro crecimiento interior y el mundo virtual, en las playas nos espera una vida muy calurosa, un sol dañino para la piel y demasiado personal que este año, gracias al virus, va a estar más apartado, paliando así ese agobio de una cercanía excesiva. El presente y el futuro no se pueden evitar y en ellos están los aparatos digitales que los niños, jóvenes y mayores llevan siempre consigo y que adoptan un especial protagonismo en las playas y sobre todo en los apartamentos cuando el baño ha terminado. Luego la salida a un espacio artificial compuesto por veladores y máquinas recreativas; acaso lo más agradable sea caminar en el ocaso o por la noche por el paseo marítimo, también artificial.

En la sierra y en el campo hay zonas naturales cargadas de historia, si es que nos interesa aprender de la Historia. La Sierra Norte de Sevilla está repleta de parajes naturales y de historia. No hay mal que por bien no venga. Aquel lugar fue coto cerrado de caza y placer de señoritos y de franquistas y envió a sus habitantes a Cataluña, Suiza, Alemania o a la misma Sevilla. A cambio, se mantuvo virgen, pierde población porque hemos construido una habitabilidad monstruosa de cemento y asfalto, por eso me alegro de que suba el turismo rural, porque allí y en otras muchas zonas de España se ha quedado dormida la Historia –que no parada- al tiempo que han crecido los campamentos de verano para menores, las granjas escuela para la familia y los alojamientos rurales, siempre adaptados al paisaje.

Sevilla es afortunada en medios ambientes protegidos que nos llevan al corazón de la naturaleza, quien desee más delicias tiene la Sierra de Huelva a un tiro de piedra o la Sierra de Cádiz, la Ruta de los Pueblos Blancos, todo, todo, protegido, esperándonos para mejorar la angustia de este encierro por pandemia -y para cuando no haya pandemia- con el fin de que no estemos dispersos en mil asuntos mientras a nuestro lado transcurre algo muy esencial llamado vida que cuando nos demos cuenta se nos ha ido. A todos, más a los niños y jóvenes cuyos mundos transcurren a una velocidad de vértigo, fuera de la naturaleza.