El tiempo de Belén Esteban en televisión toca a su fin. Es algo evidente que la señora Esteban ha alcanzado el techo hace tiempo y que ella, sabiendo que eso es así, no disfruta con la que hace y desprende ese aroma tan característico del que va a remolque, no aporta nada y está deseando que se acabe su actividad.
Belén Esteban lo que quiere es vender muchas bolsas de patatas fritas y muchas botellas de gazpacho o salmorejo. Eso le produce un enorme beneficio y le gusta. Al menos eso es lo que parece. Si habla de este negocio, Belén Esteban sonríe; en sus colaboraciones en la telebasura solo es capaz de decir cosas superficiales usando un tono irritante. Belén Esteban solo sabe defender a sus amigos. Es lo que da de sí actualmente y no parece que sea suficiente para alguien que gana un dineral. Ha tirado la toalla.
Las redes sociales arden pidiendo que Belén Esteban deje de arrastrarse por los platós, que no continúe estirando un chicle que está a punto de romperse de forma definitiva. Habría que preguntarse si hacer caja está muy por encima de perder la dignidad de esta forma. Ella debería preguntarse eso si no quiere derretirse en ese caldo que ella misma ha ayudado a crear y en el que se cuecen vidas ajenas a la de ella misma.
Dicho queda.