La paciencia también es virtud de un buen artista. Es de la que ha tenido que tirar el pintor y escultor sevillano Ricardo Suárez para ver recortarse su ‘Diana’ en el viejo muelle de Nueva York. El bronce trasciende al tiempo y hasta a sus propios creadores. Pero la espera ha sido aún más larga para contemplar a la junta superior del Consejo de Cofradías decidida a dar un nuevo rumbo a la filosofía del cartel. Se trata de pagar –o mejor dicho, gratificar- la realización de la obra pictórica que debe anunciar cada Semana Santa. La primera bandera la enarboló, no se olvide, el propio Suárez rechazando el encargo hace dos lustros largos.
En un organismo que maneja presupuestos millonarios resultaba chocante que no hubiera ninguna migaja para compensar y realzar la obra artística. Desgraciadamente es a lo que estamos acostumbrados en todos los ámbitos que rodean la creación o el esfuerzo académico. Charlas, conferencias, carteles y un innumerable rosario de obras y trabajos que precisan de un esfuerzo intelectual o creativo deben ser reivindicados en lo que valen. La música, la cera o las flores sí cuestan dinero...
Pero hay que volver al asunto del cartel. Los nuevos aires también deberían servir para reivindicar y promocionar una obra que, en los últimos años, pasa al olvido inmediato a los cinco minutos de su presentación. La memoria sentimental de muchos sevillanos está enhebrada a algunos carteles inolvidables –especialmente los fotográficos- que han logrado trascender a su propia época. Ese es otro reto pendiente...