Democracia: fin o medio

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21 jul 2021 / 13:30 h - Actualizado: 21 jul 2021 / 13:38 h.
  • Democracia: fin o medio

Para cierta izquierda de este país –y es una crónica desgracia- la democracia no es un fin en sí misma sino un simple medio, una disimulada transición hacia el totalitarismo, hacia esa dictadura del pensamiento único en la que una panda incierta nos señalan bien clarito qué debemos decir, cómo debemos hablar, hasta cómo debemos pensar... Ya hace mucho tiempo que alguien firmó el certificado de defunción de Montesquieu consagrando, de paso, la defunción de esa separación de poderes que, con su ausencia, ha convertido la cosa pública en el descalzaperros que padecemos.

Pero Pedro Sánchez ha ido mucho más allá al revivir el espíritu de Largo Caballero y con él, los peores fantasmas de una izquierda que sólo cree en los mecanismos democráticos si le sirven para perpetuarse en el poder. Los males de aquella II República –idealizada, hipervalorada, construida como duelo a garrotazos de dos maneras de ver España- han reverdecido en estos años de pan llevar en los que estamos soportando una nefasta clase política con el presidente del gobierno a la cabeza de la manifestación.

La lectura de los periódicos de cada jornada es un ejercicio desalentador. Pero Sánchez y los suyos sí pueden anotarse una victoria: han acabado con cualquier capacidad de asombro convirtiendo en rutina lo que debería ser un escándalo diario. Pero muchas de esas perlas cotidianas no dejan de ser ventiladores que tapan miserias más profundas. Las imbecilidades y memeces que pronuncian con decidido entusiasmo los ministros y ministras –no se enfaden las doñas- pretenden tapar la insalvable presión fiscal, el aumento de los gastos domésticos o las miserias de una crisis social y económica que acabará pasando una alta factura.

El último capítulo de esta vergonzosa deriva que pretende enterrar la Transición y el espíritu del 78; arrinconar la monarquía; demonizar a la derecha; invertir los valores y reescribir la historia es el debate de la nueva ley de (des)memoria histórica que da una vuelta más en la distinción de buenos y malos españoles. ¿Qué les vamos a contar? Pero el texto cae en la mezquindad más absoluta al convertirse en un ajuste de cuentas con la comunidad benedictina de Cuelgamuros, que han convertido durante muchas décadas la basílica de la Santa Cruz del Valle de los Caídos en un centro de culto y cultura que ahora quedará defenestrado. No sabemos qué será lo próximo.