Derecho, resoluciones judiciales y sentimientos

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30 nov 2021 / 17:13 h - Actualizado: 30 nov 2021 / 17:21 h.
  • Miguel Carcaño (c) en una imagen de archivo de 2014. / EFE/ Javier Cebollada
    Miguel Carcaño (c) en una imagen de archivo de 2014. / EFE/ Javier Cebollada

Hugh Thomas escribió uno de los más reconocidos relatos sobre la guerra civil. Al principio de la obra, cita una frase de Angel Ganivet que dice así: “El ideal de todos los españoles es que llevasen (sic) en el bolsillo una carta foral con un solo artículo, redactado en estos términos breves, claros y contundentes: “Este español está autorizado para hacer lo que le dé la gana””

La profesión del jurista, sea juez o abogado, es encajar en el corsé normativo, cosas que pasan en la vida, que no encajan bien a veces en ese molde legal, y esto no es nada fácil. Resolver conflictos humanos y dejar satisfechos a ambos litigantes es casi imposible. Veamos.

El sábado en el programa Informe Semanal, se trataba la violencia doméstica en su vertiente más terrible y frecuente: el asesinato de la mujer a manos de su pareja masculina. Se habló en particular del destino de los hijos. Me dejo impresionado; fue una de esas cosas, que de tan cerca que las tienes, no las adviertes. Esos niños, que de pronto se quedan sin madre, y no pueden ser cuidados por su padre porque entra en prisión, y porque no es humano que el asesino confeso de su madre, cuide de su educación. Es la familia -si la hay, y si está en condiciones- quien debe salir al paso. Inmediatamente pensé, uniéndome a la pobre mujer víctima de la barbarie, valiente cabr..., la que lía un tío con un arrebato.

A continuación, el programa abordó -editando una entrevista de hace poco- el fallecimiento de Almudena Grandes, quien noveló sobre Aurora Rodríguez Carballeira, una enferma paranoica, que asesinó a tiros a su hija mientras dormía, porque era una criatura defectuosa, le había salido imperfecta. “No he conseguido odiarla” dijo Almudena ilustrando su propia “duda razonable”, dado que era a su vez, una mujer muy culta e inteligente. Y esta afirmación no mereció el más mínimo comentario del entrevistador.

Vamos a ver, pensé, ¿Analizaría Almudena Grandes qué pasa por la cabeza de un individuo que mata a su mujer y después se mete un tiro él mismo? No creo. Lo tildaría, probablemente, de bárbaro asesino. Y digo yo, que muy cuerdo no debe estar -como le pasaba a Aurora- un elemento que hace algo así, aunque posea un alto coeficiente intelectual.

En el caso de Marta del Castillo, todos tenemos en nuestra cabeza nuestra sentencia ideal. Pero resulta que el juez está obligado a dictar una sentencia legal, no sentimental. Dicho esto, en el juicio al menor (con las reglas procesales y probatorias aplicables al procedimiento penal de menores) y en el juicio a los encausados mayores de edad, se absolvió y condenó a personas distintas, sobre unos mismos hechos. Y Miguel Carcaño, es al parecer el único condenado por asesinato en el mundo, sin que exista cadáver, siendo ratificada la sentencia por tribunales superiores. ¿Cómo nos quedamos?

Y así podríamos seguir. En el ejercicio del derecho laboral, tan pronto conoces la historia de un despido discriminatorio y salvaje que te deja descolocado, como averiguas después en el mismo caso, que el despedido era un regalito, que llevaba años tocándole aquello a la empresa hasta que lo despidieron.

No es nada fácil resolver el dilema entre certeza material y certeza jurídica, y todo se complica al añadir la certeza subjetiva, que Ganivet nos atribuye, y que ponderamos sobre las demás. Porque ya sabemos, que a buenos, a justos y a acertados, no hay quien nos gane a cada uno de nosotros.

Manuel Alonso Escacena es abogado.