Que el Rey no proponga candidato para una posible investidura como presidente del Gobierno de España es una anécdota, solo es producto de lo que inevitablemente tenía que pasar. Es una especie de colofón al ridículo político que hemos estado sufriendo durante cuatro meses.
Seguramente, Pedro Sánchez quería repetir las elecciones el mismo día 28 de abril. Su egocentrismo es de tal magnitud que le impide pensar en algo sin hacerlo, al mismo tiempo en sí mismo. Seguramente, Pablo Iglesias supo, desde el primer día, que sus resultados electorales eran muy malos como para poder exigir nada que no fuera cariño. Todos sabemos que Iglesias funciona mejor como opositor que lucha por no sé qué cosas, todos sabemos que eso de formar gobiernos es otra liga para este político. No le han dado ni besos y, es posible, que le cueste cara la nueva cita electoral. Seguramente, Casado quiere repetir elecciones desde el primer segundo. Sus resultados fueron los peores de la historia del PP. Ni más ni menos. Un auténtico desastre. Otra cosa bien distinta es que los españoles tengamos una memoria muy frágil y lleguemos a creer que en Andalucía ganó esa formación política. O en Madrid, o en Murcia... No, perdieron las elecciones de forma rotunda, pero la aritmética es así y nos confunde. Seguramente, el que quería repetir las elecciones el día 28 de abril era Rivera. Su deseo consistía en destrozar al PP. Sin embargo, se ha tenido que bajar de ese tren con unas encuestas que, en algún caso, prevé una pérdida del 25 por ciento de los escaños.
Seguramente. Pero lo que es seguro es que los españoles, en su gran mayoría, siguen (seguimos) estupefactos y deprimidos por tener que volver a los colegios electorales y, sobre todo, sabiendo que están (estamos) en manos de cuatro niñatos caprichosos que solo son capaces de pensar en ellos, en sus partidos y en su propio futuro. Es descorazonador lo que está pasando. Y sin posibilidad de enviarles a casa para dar oportunidad a otros. Un verdadero desastre.