Desde mi terraza prestada

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21 abr 2018 / 22:51 h - Actualizado: 21 abr 2018 / 22:51 h.

Hoy no ha salido el sol. Imagino que preparándose para el duro verano que viene. En su lugar han puesto un filtro gris y húmedo. Los objetos adquieren así un color más natural, sin esos brillos blanquecinos que lo rebujan todo. Es un día perfecto para la fotografía si no fuese porque está lloviendo. Desde mi terraza veo caer la intensa lluvia sobre el verdoso mar encabritado. Me da por pensar que agua no moja agua. Inútil y estéril la lluvia que no tiene la fortuna de caer en los campos para convertirlos en flor.

Han sido los pasados días de feria, de los que uno siempre sale vacío. Porque la Feria, sin necesidad de mirarla muy de cerca es solo eso, un conjunto vacío. Un paréntesis entre las penas y preocupaciones de la vida. Días de vino y claveles en los que todo debe importar muy poco, casi nada, salvo el reencuentro con la familia, los amigos y los obligados compromisos. Y a todos ellos debe presidirlos el gusto de estar como se debe, alegre y con compás, pero sin caer nunca en la fea inconsciencia del molesto. La Feria ha de ser necesaria y naturalmente fenómeno efímero. De otra forma no habría vida ni cuerpo que la soporte. Ir a la Feria y no volver a la Feria es un proceso similar al de dejar el tabaco, aunque la transición sea infinitamente más corta. El vacío de la feria es como un agujero negro de lunares que todo lo succiona hasta que no puede tragar más. Es entonces cuando revienta, porque es así como pone término a sus horas, del mismo modo que suelen hacerlo todas las cosas cuando son llevadas al exceso. El inconfundible olor a pólvora de los fuegos de artificio, su estruendoso ruido y sus brillantes colores clausuran la semana más extraña del año.

Volver a la vida sin haber salido de ella, todo un desafío. Cada mochuelo a su olivo para reencontrarse allí con su verdad, además de con una cuenta que jamás se ha de volver a mirar. Hay terapias, dicen, pero las que dan la cultura popular son sin dudas las que mejor resultado ofrecen. Coger un libro, retirarse a la playa o al campo y leer con la avidez de quien no quiere pensar en otra cosa más que en lo que tiene delante. Resucitar a la vida de esta forma indirecta tiene la virtud de que la transición se hace menos dolorosa, además de que nos enseña el contradictorio sentido de lo humano. En abril de 2018 hubo feria en Sevilla.

Hice caso al sabio consejo y ahora me debato, otra vez, entre César y Bruto. Porque los dos tras su muerte fueron vengados y honrados al mismo tiempo. Shakespeare ha sido mi vía de regreso. Una forma magistral de recordarme lo cerca de los dioses que podemos estar. Y de que la Feria es un Olimpo de albero.