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Desobediencia civil

La historia de la humanidad está salpicada de episodios, pequeños o trascendentales, de rebelión contra las leyes. Todos nos han servido para avanzar en materia de derechos y libertades

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06 jun 2015 / 21:16 h - Actualizado: 07 jun 2015 / 23:23 h.
"Podemos","Elecciones Municipales 2015"
  • Desobediencia civil

Si hay que desobedecer leyes injustas, pues se desobedecen», fue la frase de Ada Colau en una entrevista con el diario El País que ha desatado esta semana un aluvión de comentarios y debates. La lideresa de Barcelona en Comú, la formación que ha arrebatado a los nacionalistas las riendas de la alcaldía de Barcelona, se refería concretamente a la consulta para decidir si la Ciudad Condal se suma a la Asociación de Municipios por la Independencia, pero ha dado pie a una amplia reflexión sobre la desobediencia civil como estrategia política.

Es muy diferente que a título particular un empleado de banca se niegue a engañar a sus clientes vendiéndoles ciertos productos y termine abandonando su trabajo a que un gobernante llame a un boicot contra las prácticas injustas de los bancos. El gobernante lo que debe hacer es trabajar para cambiar esas leyes que permiten a la banca abusar de sus clientes. De otro modo se subvierte el espíritu mismo de la democracia y el estado de derecho.

Ahora bien, la historia de la humanidad está cuajada de ejemplos de rebeliones contra las leyes que han servido para avanzar en materia de libertades y derechos. Esa tal Rosa Parks, la mujer que fue encarcelada porque se negó a sentarse en la parte reservada para los negros en un autobús en Estados Unidos, dicen que fue la chispa que desató el fin de la segregación racial en aquel país. Y mucho más cerca reconocemos el caso de los insumisos, cuya desobediencia a las leyes del servicio militar llevó a muchos de ellos a prisión y contribuyó definitivamente a la desaparición de la mili obligatoria.

Claro que hay muchas leyes injustas. Algunas incluso ampararon la persecución de los judíos o el apartheid. Y otras establecen unas reglas del juego en el comercio internacional y las relaciones norte-sur que condenan a la miseria a los países del tercer mundo. En el ámbito doméstico hay leyes que dejan a la gente sin casa o sin atención médica y nos han colado por la escuadra algunas que reducen nuestros derechos laborales y sociales. Afortunadamente hay activistas dispuestos a apoyar a las familias para impedir los desahucios y médicos que atienden a sin papeles contraviniendo la ley. Todas esas personas que ejercen la contestación frente a una legalidad que ampara situaciones injustas e inhumanas son el ariete de los nuevos tiempos que dicen que han llegado a la política española.

Es profunda mi preocupación sobre este particular y soy consciente, como la mayoría de la masa social de este país, de la necesidad de renovar los aires viciados de la política española. Observo interesadísima el discurso de los nuevos líderes, por ver si el tránsito de aspirantes a protagonistas opera algún cambio en su puesta en escena. Ada Colau necesita a los independentistas para gobernar y, después de aclarar que soy una partidaria feroz de los pactos (las mayorías aplastantes son unas desconsideradas), no sabría decir por qué me ha decepcionado que la activista antidesahucios se fije en una pamplina para desobedecer, sabiendo ella como sabe cuánto campo tiene para correr.

Postdata: ¿Puede otorgarse consideración de desobediencia civil a los clientes que se van de las gasolineras sin pagar en protesta por el precio? ¿Es usted de los que devuelve el euro de más que le han dado con la vuelta del supermercado, o cree que ya que ellos le roban no está mal aprovecharse alguna vez? Lo digo porque creo que pertenecer a uno u otro grupo sin duda nos define como ciudadanos.