Albatros

Despedidas

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Jesús Ollero ollerista
15 ago 2021 / 04:00 h - Actualizado: 15 ago 2021 / 04:00 h.
"Albatros"
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Hay pocas cosas más incómodas que las despedidas. Hay en ellas un acusado matiz nostálgico. Incluso corrector, en el sentido en que entramos en una especie de síndrome de Estocolmo pero sin secuestro. Se suaviza la perspectiva, hasta se pierde a veces. Todo ha sido estupendo, no ves que sí, los malos momentos nos han hecho más fuertes y mejores, ahora empieza lo bueno, la vida tiene estas cosas, sabes que te aprecio, nos vemos cuando quieras (esta es la mejor), y así todo.

La mejor despedida es una no despedida, porque es la forma de hacer ver que en el fondo y en la superficie no ha cambiado nada importante. No hablo de despedidas definitivas (ya me entienden) sino de cambios que nos hacen separarnos de personas y cosas que apreciamos. La Liga ya ha empezado y lo hace con algo parecido a un crespón negro. No hay más que ver a Messi hecho polvo para entender que hay algo reparador en el duelo. Cualquiera de nosotros ha estado en situaciones similares, pero ver en esa tesitura a un icono mundial puede llegar a causar una ternura que nos hace olvidar todo lo demás. Pero el show no para y, al día siguiente, feliz en París. Siempre nos quedará París mientras nos dejen saltarnos el límite salarial.

No hay que insistir en que Messi es multimillonario, ni en que enfila la recta final de una carrera sideral. En lo que hay que insistir es en la humana necesidad de referencias, iconos, leyendas. En cuanto al fútbol ya escribió sobre esto de manera antológica Vicente Verdú (‘El fútbol: mitos, ritos y símbolos’) con un manual sobre el hincha de particular clarividencia. Las lágrimas de quienes despiden a Messi como si lo hicieran de un ser querido son del todo inexplicables. Pero ya sabemos que el fútbol es inexplicable en sí mismo. Además de ser la más importante de las cosas menos importantes, no es una cuestión de vida o muerte, es mucho más que eso (Bill Shankly).

Todo lo que se diga sobre el argentino es poco, aunque tenga un Mundial menos que Karembeu. Y deja detrás 18 años en un club en el que dominó el mundo del fútbol. Su despedida, con el debido respeto, ha sido ciertamente miserable. No ha sido culpa suya, ni de Laporta (al menos este detalle no). Pandemia mediante, Messi se ha despedido en la lejanía, casi en privado aunque con retransmisión en directo. Un directo en el que no fue capaz de explicar por qué se marchaba. Seguramente no lo entendía. Laporta tampoco pudo, o al menos no lo hizo de manera razonable, por mucho que le deba su segunda presidencia. Las despedidas, insisto, son horribles. Nunca se me dieron bien, pero reconozco que hay auténticos expertos en el rito. En el deporte todos lloran hoy y sonríen mañana. En el periodismo brindamos hoy, y mañana también. No hay color. Salud.