El Día de los Enamorados es para que lo celebren los que de verdad lo están, mientras que los que no estamos en ese estado de gracia o de gilipollez transitoria, como alguien lo llamó, miramos con cara de bobos. Dejé de creer hace ya algún tiempo en el amor entre un hombre y una mujer. Por tanto, en este día de hoy, el amor, esa clase de amor, no va a ocuparme un solo minuto porque estoy en otros asuntos. También de amoríos, pero de otra clase. Es tan importante el amor en mi vida, en general, que es lo único que me anima a salir de la cama cada mañana, a veces tan agotado y desanimado, sin ganas ni de mirarme al espejo, que necesitaría una grúa de Lozano. Me esperan mis siete mascotas fuera de casa, para el desayuno, y un ordenador que es ya un amor importante e imprescindible porque me pone en contacto con el mundo y me permite expresarme, escribir, que es posiblemente el amor de mi vida. Sí, sigo tan enamorado como el primer día que me puse a teclear una máquina de escribir -una pequeñita, de las baratas-, que me trajo de Ceuta una vecina. Metí un folio en el rodillo y escribí algo que no he olvidado todavía: “Hola, soy Manuel Bohórquez y quiero ser crítico de flamenco”. Tuve que teclear cuarenta teclas con un solo dedo, porque me sobraban los otros nueve, pero fue quizá lo mejor que he escrito en la vida, porque era un sueño que se hizo realidad dos o tres años más tarde. El flamenco nunca me ha engañado ni jamás me dijo que me amaba y luego me dejó tirado como una colilla. Es un amor que me ha dado disgustos, sí, pero también los mejores momentos de mi vida. Todo lo que soy se lo debo al flamenco y por eso le he dedicado tantos años y le he regalado doce libros y decenas de miles de artículos en cuarenta años. Luego está el otro amor, el que hoy celebran los enamorados y que alguna vez celebré con el corazón lleno de flores porque también lo estuve, cuando creía en que dos corazones se podían entender siendo sinceros el uno con el otro. Me cuesta creer ahora en esa clase de amor y trato de esquivar sus embestidas como un torero trata de evitar las de un Miura. Ese amor es de verdad, y pervive si es de verdad, pero casi siempre muere por las mentiras.
El amor es tan sencillo
como te voy a explicar:
es la sonrisa de un ángel
que te puede hacer llorar.
Feliz Día de los Enamorados, a pesar de todo.