¿Do you speak english?

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12 jun 2016 / 00:45 h - Actualizado: 11 jun 2016 / 23:35 h.
"Educación","Scripta manent","Fraude formación"

Miércoles, seis de la tarde. Santa Catalina. En medio de un calor que parece deformar incluso las fachadas de los edificios, un señor de aspecto indio (luego me contará que reside en Tunkur, al noroeste de Bangalore) se acerca con un mapa y un folleto en las manos. Me pregunta, esgrimiendo el tríptico y señalando una ubicación con el dedo cómo llegar a unos baños árabes. No puede imaginar que alguien vaya a entenderle en otra lengua que no sea la universal de los signos. Le cuento, en inglés, que a pesar de que el lugar que busca está a menos de diez minutos caminando, sería difícil explicarle, y me brindo a acompañarle. Me cuenta que allí le espera su hijo, que ha hecho una reserva, y se lamenta de que, siendo la tercera vez que visita Sevilla desde 1985, y aun llevando casi una semana en la ciudad en esta ocasión, apenas ha conseguido mantener una conversación con nadie que no fuera un profesional del turismo o de la hostelería, así que entiende que yo pertenezco a uno de los dos sectores. El comentario me produce una profunda tristeza, y una incontenida vergüenza ajena. ¿Cómo es posible que una ciudad que está entre los destinos soñados por buena parte de la humanidad, que ha tenido un incuestionable peso en la historia y que aspira a mantener esa relevancia turística y a conquistarla en otros ámbitos no hable la lengua más conocida del planeta?

Navil (con ese nombre se identifica el visitante, llevándose la mano al pecho en gesto de agradecimiento) me dice no entender la razón por la que no se fomenta el aprendizaje del idioma, como ocurre en toda Europa, en buena parte de América Latina, en África, en Asia... Mi primer impulso, buscando una justificación, es el de hablarle de las carencias del sistema educativo, o del dañino tópico del chauvinismo que nos hace pensar que son quienes no hablan español quienes tienen que aprender a hablarlo, en lugar de a la inversa. Podría hablarle de desinterés, de desidia. Pero la información a la que iba dándole vueltas cuando me abordó el ciudadano indio me hizo establecer una conexión ingenua, pero justificada porque los dos asuntos me provocaban la misma indignación.

Un indio sabe bien lo que es una mordida. Y que el dinero que tiene que llegar a los que lo necesitan se quede por el camino. En la India conocen casos de corrupción administrativa, de fraudes, de pobreza ante la que los propios gobiernos miran para otro lado, para que se enriquezcan quienes manejan los resortes más oscuros y soeces del sistema. Por eso no me costó que Navil entendiera que en Andalucía se investiga el desvío de fondos públicos para la formación de profesionales y desempleados por un importe de más de dos mil millones de euros. Y que en un alarde burdo y simplón por mi parte, estableciera una conexión entre ambos asuntos: «¿Imaginas a cuántos cursos de inglés habrían ido destinado parte de ese dinero?». Y por supuesto, a otras materias igualmente habilitantes en distintos sectores, e incluso con mayores garantías y plazos de mejora o inserción profesional más cortos, más efectivos.

Es una evidencia tangible, aunque difícilmente cuantificable, que de haber llegado esos fondos públicos a su destino hoy Andalucía tendría menos parados de los que tiene. Entre otras cosas, porque en la propia génesis de esas ayudas a la formación está precisamente la consolidación del empleo y de las capacidades profesionales, que han funcionado en todos los lugares en los que los fondos cumplieron con su objetivo de formar a las personas. Pero claro, no es menos cierto que si la pasta hubiera salido de los bolsillos de los chorizos, hoy habría menos barcos de recreo en las marinas y los puertos deportivos, habrían salido menos berlinas de lujo de los concesionarios y se habrían pagado menos cuentas obscenas en restaurantes en los que las ostras o el whisky fueron los únicos elementos comunes en las comandas.

Uno de los deberes de la administración pública es el de gestionar todo aquello que por su importancia para la sociedad se convierte en estratégico, inalienable, y cuyo control debe quedar en la misma administración. La formación es uno de esos campos, en la medida en la que proyecta el futuro de esa misma sociedad, en competencia con las de su entorno. Por ello, la propia administración corrupta es, en cierto modo en burda y facilona conexión, responsable de que muchos andaluces no hayan podido atar su empleo, o quedarse en su tierra, teniendo que ir a buscar las oportunidades a otra lejana.

Las atrocidades que se han venido cometiendo con el dinero de los andaluces han conseguido comprometer su propio futuro, y tienen como efecto colateral el de que en los despachos y en los negociados de la Junta se tengan que implantar mayores medidas de control que, por un lado, restan efectividad y agilidad al sistema y, por otro, comprometen recursos económicos que estarían mejor empleados en soluciones finalistas, como las de los cursos que nunca se dieron. De inglés, de programación, de mecánica del automóvil, de soldadura en frío o de cualquier otra disciplina que hubiese contribuido a fortalecer las estructuras del empleo, y de paso a resolver los problemas concretos que hoy tienen algunas familias. La lección está explicada. En inglés, y en román paladino.