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Desvariando

Dolor por la muerte de El Yunque

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Manuel Bohórquez @BohorquezCas
18 nov 2023 / 08:11 h - Actualizado: 18 nov 2023 / 08:12 h.
"Flamenco","Desvariando"
  • Dolor por la muerte de El Yunque

Me enteré de su muerte en las redes sociales hace seis días y me invadió una enorme tristeza, porque era amigo y uno de mis cantaores favoritos en los ochenta y noventa. Luego le perdí la pista y supuse que había abandonado el arte de lo jondo. Lo hizo algo más tarde y vivía solo en Madrid, donde nació hace setenta y cuatro años. Ricardo Losada Maya, El Yunque, de los Maya de Granada y los Losada de Madrid, dos grandes familias gitanas y flamencas, con artistas como Jerónimo Maya y Tito Losada, entre otros muchos. Murió solo en su casa, de infarto agudo de miocardio. Los vecinos lo echaron de menos y cuando los bomberos abrieron la puerta del piso llevaba tres días muerto, en el suelo. No tuvo una vida fácil, aunque ganó dinero y fue un profesional del cante y la balada desde muy joven. Tras una carrera de tablaos y compañías, El Yunque se presentó en el Concurso Nacional de Córdoba de 1983 y fue Galardonado con el Premio Nacional Don Antonio Chacón. Ahí lo conocí y me impactó como cantaor, un verdadero maestro de grandes conocimientos y una voz gitana de una calidad única e incuestionable.

La vida le puso en el camino a una mujer de bandera, la gran bailaora sevillana Carmen Giráldez Santos (1949), criada en la casa de los Pavón y fallecida en Cádiz el 21 de diciembre de 2018. Se casaron en Barcelona siendo casi adolescentes, sobre todo ella, trabajando en Los Tarantos. Fruto de esa bonita historia de amor nació una gran cantaora sevillana, Macarena Giráldez, afincada actualmente en Cádiz, una saetera de tronío, de las puras. La vida no quiso que Macarena se criara con su padre, pero habla de él con una emoción increíble y lo adora como cantaor y como su padre que fue. Su madre, Carmen Giráldez, era una bailaora de una belleza sevillana que no se podía aguantar. De la escuela sevillana, una hermosura de brazos y caderas, con esa feminidad que solo han tenido y tienen las bailaoras de Sevilla. Maestra, por cierto, de figuras del baile como la isleña Sara Baras, aunque la propia Sara no lo diga. Carmen se fue con esa espina clavada en el velo del alma, entre otras dolorosas espinas, por cómo de olvidadiza es Sevilla.

A raíz del premio en Córdoba y la grabación de un elepé fantástico, Ricardo Losada levantó cabeza y cantó bastante por Andalucía, pero no logró ocupar el sitio que merecía por ser tan gran cantaor. Hablé varias veces con él de su situación y no lo entendía, y se ponía triste, le dolía la indiferencia de una ciudad como Sevilla, donde tanto se sabe de arte. Fue desapareciendo y cuando supe de su muerte me dolió la noticia porque lo admiraba en lo artístico y lo apreciaba también como persona. Ojalá la historia le reserve el lugar que merece, que suele pasar. En el flamenco, a veces, hay que morirse para que la afición valore a un gran artista. Su hija, pues, tiene los genes de dos grandes artistas flamencos, Carmen y Ricardo. Prepara un libro sobre ellos, sobre unos chavales que se conocieron en Los Canasteros, el tablao madrileño de Manolo Caracol, en los años sesenta. Cogieron algo más tarde caminos distintos, por cosas de la vida. Una hermosa historia de amor que Macarena Giráldez quiere contarles a los jóvenes. Si le ha puesto la misma pasión que al cante, seguro que el libro será un éxito. Lo merecen los tres.


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