Domingo XXXIII del tiempo ordinario. Ciclo A

Comentario bíblico

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18 nov 2017 / 17:04 h - Actualizado: 18 nov 2017 / 17:05 h.
"La Biblia"

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Las lecturas al final del año cristiano hablan sobre el final de los tiempos y nos ayudan a reflexionar si estamos preparados para dar cuentas al Dueño de la hacienda que, con esmero, nos pone al frente de sus posesiones. La creatividad y destreza, alabada en el evangelio de los Talentos, hace eco de la lectura de la mujer hacendosa (Proverbios), mujer que emplea de manera oportuna sus dones y que se caracteriza por la generosidad hacia lo pobres.

El evangelio forma parte del discurso apocalíptico (Mt 24-25), discurso que trata sobre el fin del mundo cuya exhortación principal es la de estar VIGILANTES. El fin del mundo se refiere tanto al día final con la segunda venida de Jesucristo, como al día final de cada creyente que le sobreviene con la muerte corporal. La vigilancia debe ser activa, pues hay riesgo real de quedarse fuera de la salvación del Señor: «Será el llanto y rechinar de dientes». El evangelio de hoy ahonda en esta dinámica vigilante. Lo primero que llama la atención de la parábola es que el Señor de la Hacienda encomienda «sus bienes» a sus siervos-esclavos, dejando claro que CONFÍA PLENAMENTE en ellos. Es fácil asociar la partida de ese Mayoral con la muerte y resurrección de Jesús, y a los siervos identificarlos con la Iglesia que espera vigilante la venida definitiva de su Señor. En segundo lugar, el Dueño demuestra que CONOCE bien a sus siervos porque no sólo les da una considerable cantidad, sino que les reparte según su capacidad. El ajuste de cuentas final nos revela a un Señor que valora y premia, no tanto la cantidad como la generosidad y entrega de cada siervo. La confianza del siervo en su Señor le lleva a arriesgarlo todo.

Apuntes para la reflexión:

1. «¿Qué tienes que no hayas recibido?» (1 Cor 4,7): ¿Vivo para dar a los demás, o en cambio, si no me dan es que no vivo?

2. «Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, no puede dar fruto» (Jn 12,24). ¿La generosidad mueve mi corazón? ¿Qué lo mueve entonces?

3. «El amor sólo con amor se paga» (san Juan de la Cruz). ¿Cómo devuelvo a Dios el amor que me regala?