Opinión

Manuel Bohórquez

Dos siglos de confusión flamenca

Dos siglos de confusión flamenca

Dos siglos de confusión flamenca / Manuel Bohórquez

Estoy acabando de leer un libro de la editorial Almuzara, Origen e historia íntima del Flamenco, del escritor jerezano José Ruiz Mata, que no me está gustando nada porque al margen de que esté o no de acuerdo con sus teorías sobre el origen del arte jondo, que no lo estoy para nada, veo un enorme desconocimiento sobre lo esencial: los artistas, que son lo esencial de un arte. Llevo cuarenta años investigando a los creadores del flamenco, desde el Planeta hasta Enrique Morente, porque ellos son los protagonistas y sin ellos no hay flamenco. Me interesa menos lo de si es un arte árabe, judío, gitano o castellano, porque me basta con saber a ciencia cierta que es andaluz, a pesar de esa señora del PP, Almudena Negro, quien asegura que nació en Madrid y que el 95% de los artistas actuales son de allí. No de Cádiz, Sevilla o Málaga, sino de la capital de España.

Ruiz Mata es de los que creen que el flamenco no es una creación gitano-andaluza del siglo XVIII, sino que está presente en nuestra tierra desde tiempos remotos. Siempre he defendido que no es un arte de creación gitana, en concreto de los gitanos de Andalucía la Baja, lo que me ha acarreado no pocos problemas. Pero también he defendido que sin el gitano no existiría el flamenco tal y como lo conocemos hoy. Recuerdo que un día escuché decir al cantaor mairenero Calixto Sánchez, en un programa de televisión, que los gitanos no habían aportado nada al flamenco y sigue en libertad. Todo lo contrario que su paisano Antonio Mairena, quien se lo atribuyó todo a los gitanos bajoandaluces sin haber pisado jamás un archivo, solo por lo que le contaron los gitanos viejos, que le metieron cientos de trolas, como Juan Talega o su pariente Diego el de Brenes.

El libro que hoy comento está tan mal documentado, con tantos errores a la hora de aportar datos sobre los artistas, que pierden valor sus teorías, en la línea de las de Antonio Manuel Rodríguez, autor de Arqueología de lo jondo, de la misma editorial. Este libro lo empecé y lo dejé en las primeras páginas porque está lleno de disparates y fantasías. No se puede escribir una historia del flamenco medianamente aceptable con tanto desconocimiento sobre los pioneros de lo jondo, y esto va también por Ruiz Mata. Que tuvieran ese desconocimiento hace medio siglo, que casi nadie investigaba en serio, podía pasar. Pero en las últimas dos décadas se ha investigado tanto y tan bien sobre los primeros artistas, que no se explica que yerren tanto en los datos. Por no hablar de esa costumbre tan fea y poco ética de aprovecharse del trabajo de los demás.

El flamenco no tiene seis siglos, se pongan como se pongan los que defienden la teoría de que es de origen árabe. El Planeta y los primeros Cantorales, que fueron anteriores al gaditano Antonio Monge Rivero, y jerezanos de cuna, no cantaba flamenco porque aún no existía tal arte. Era intérprete de canciones del género andaluz, de ahí que lo quisieran contratar junto a la isleña María Borrico para cantar en un teatro de Hamburgo a mediados del siglo XIX. Era una especie de tenor gitano, o morisco, que como cantaor no dejó apenas huella en Cádiz ni en Málaga, las dos ciudades andaluzas donde vivió toda su vida. Sin saber todo esto, y ni Antonio Manuel ni Ruiz Mata lo saben no se puede escribir una historia del flamenco medianamente respetable. Sin rigor, las teorías son solo eso, teorías, algunas sin ninguna base para ser tenidas en cuenta. Solo crean confusión, y así llevamos dos siglos.

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