Hay un refrán que dice “El día de San Ciruelo, que es el 30 de febrero, pagaré lo que debo”. Pero la guasa del dicho tiene su trasfondo histórico, porque sí ha habido años en los que determinados países tuvieron su 30 de febrero. En 1929, por ejemplo, la Unión Soviética introdujo un calendario llamado “revolucionario” en el que cada mes tenía 30 días y punto, sin privilegios, y los cinco o seis días restantes eran considerados “fiestas” que no pertenecían a ningún mes. Tres años después, sin embargo, los meses rusos volvieron a ser los de siempre.
Me he acordado de ello porque resulta que este año es bisiesto, es decir, que tendrá un día más, que se le añade a febrero. O sea, que después del Día de Andalucía tendremos un día de regalo más. Todos conocemos a alguien que al menos conoce a alguien que ha nacido un 29 de febrero, cosa que suele ocurrir cada cuatro años -con sus excepciones- y que hace la broma de cumplir años solo cada cuatro años. Pero es cierto que la memoria se nos suele emborronar para recordar años con un febrero tan largo. Fue Julio César quien estableció este día de regalo para compensar esas horas de más que tiene cada año suelto más allá de sus 365 días. El invento romano se ha mantenido hasta hoy, y, hablando de refranes, hasta los hay que no ven el añadido como una ampliación de posibilidades, sino como algo negativo: “Año bisiesto, año siniestro”.
Yo me quedo con la visión optimista. Si las cosas verdaderamente interesantes, geniales, irrepetibles nos suelen ocurrir en un instante; si cada día está repleto de estos instantes desaprovechados; y si este 2020 tiene un día más por ser bisiesto, ¿aprenderemos la lección de aprovechar la vida de aquí a febrero? Yo se lo pediría a los Reyes Magos, que pasan hoy por aquí.