El alba del nuevo Jueves

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17 jun 2017 / 22:22 h - Actualizado: 17 jun 2017 / 22:23 h.
"Cofradías","Una luz en la ventana"

Sevilla siempre ha sido una ciudad de innumerables contrastes, algunos buenos y otros menos buenos. Eran las 6.45 del jueves de Corpus cuando me encontré con el Señor de la Sagrada Cena de espaldas, llegando a Santa Catalina. Teníamos una cita pendiente, reconozco que llegué unos minutos tarde pero valió la pena. En Los Terceros, me detuve y paré el tiempo de las cosas imposibles, para quedarme con Él. Y ya no es porque estuviera en el paso o la música celestial penetrara cuerpo y mente de forma brutal y sintomática, es que Dios es capaz de hacer el murmullo y herir los muros de piedra más gruesos. Puede que lo necesitara, que hubiéramos quedado y, casi sin saberlo, a desmano, la oración fuera un «buenos días» de esos que se tarda un año entero en repetir. Tampoco sé dónde voy a estar el año que viene y hay que aprovechar las oportunidades. Avancé un poco, algunos pasos y entonces sentí el escalofrío de unas manos que cogen el corazón en volandas y nos hacen soñar. Porque Dios, si algo te hace, es levantarte y andar. Con esa convicción, amanecía si cabe más despacio que nunca. Los matices son distintos según quien mira, según quien observa. Y entre la diatriba de seguir o quedarme, me quedé. Ya iba tarde al trabajo. O no, que las cosas pasan por algo y el Señor era una bola de fuego, que avanzaba con la parsimonia de saber que no hay cosa más grande. Aún estaba detrás y me puse de frente. Había gente. Todos con una función perfectamente descrita. Todos con el anhelo de pedir o rogar algo, dando lo mejor de sí para Él. Ya hacía calor, pero calor de verdad. Por eso, la noche es un impulso para no dormir y por ende, no parar de pensar.

En esta visita, me sentí pequeño y a la vez dichoso, como cuando estamos delante del Sagrario y aunque no mira ni habla, si escucha y sobre todo, perdona. Cuánto perdón no hace falta, Señor... Y los ojos al cielo, son una escalera de santificación cotidiana. Porque nos invita a ser mejores, porque no hay nada imposible para Dios. No es el Dios de los cofrades, es el Padre eterno que cada Domingo de Ramos, instituye la Eucaristía de forma esplendorosa. Y sin misterio y sin la genialidad humana de Ortega Bru en forma de apostolado, Dios es un conjunto maravilloso de detalles que requieren paciencia y esmero, con una pizca sana de humildad y sobre todo, corazón. Esa es la suerte que tenemos de vivir en Sevilla, que quieran o no, tenemos la mejor forma de evangelización. Tú puedes ver a Dios como quieras, hasta como lo necesites. ¡Qué difícil es aquello de valorar la fe! Y qué arduo es limitar según la conveniencia, una expresión u otra de la misma.

El Señor de la Sagrada Cena, tuvo delante de mi, un cenáculo costumbrista de sabor a barrio antiguo y sabio. Un sitio de reunión con los hermanos llamados a llegar, lanzar un beso en forma de rezo e irse por el camino más corto para el encuentro con su otra forma, el Santísimo Sacramento. Y no puedo dar más que gracias. Porque siendo distintos, somos ricos. Y en un mundo, en el que muchos dan la espalda, decir un sí, es a todas luces, la experiencia de una vida. Siempre con el Señor.