Viéndolas venir

El andaluz nunca es el problema

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Álvaro Romero @aromerobernal1
01 oct 2020 / 15:30 h - Actualizado: 01 oct 2020 / 15:31 h.
"Viéndolas venir"
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El galimatías que se ha hecho el consejero de Salud para explicar lo que no termina de entender ni él mismo -convertido en auténtico personaje-, con escasez de vocabulario, falta de fluidez, problemas sintácticos y hasta ese auxilio que se autofabrica en pleno caos comunicativo con el "en plan" de los adolescentes revela perfectamente que el problema lingüístico de algunos andaluces no tiene absolutamente nada que ver con nuestro acento, sino con una incapacidad en el trasfondo de notables cargos públicos que, casualmente, nacieron en Andalucía. Es que Andalucía es muy grande.

Es tan grande, que el andaluz no es uno solo, sino muchos, porque no deberíamos hablar del acento andaluz, sino de las hablas andaluzas. En poco se parece el habla de un andaluz de Almonte al de otro de la Alpujarra granadina. Algo conservan, evidentemente, de ese acento sureño capaz de ser reconocido por otro hablante del norte de España como castellano andaluz, pero Andalucía es tan grande, insisto, que no le basta con un acento, sino con muchas hablas a lo largo y ancho de su enorme orografía. Ahora bien: se puede hablar andaluz desde un nivel culto y un registro formal cuando la situación lo requiera y andaluz en un registro informal si las circunstancias así lo aconsejan. No somos más o menos cultos porque se nos note el lugar de procedencia, el acento de nuestra tierra. Sí lo somos -más menos que más- porque se nos note que no tenemos ni pajolera idea de lo que hablamos, porque no seamos capaces de discernir si el discurso que hilvanamos va dirigido a unos cuantos amigotes o a la audiencia del telediario, porque creamos que, impostando un tono campechano y graciosín, seamos capaces de conectar con todo el mundo.

Ayer comenté el despropósito de la explicación del consejero de Salud de la Junta y algunos quisieron ver un ataque político en mis palabras. Nada más lejos de la realidad. Quienes me conocen saben de sobra que me preocupa mucho más el ridículo que hacemos a veces como hablantes andaluces que la ideología que tenga cada andaluz, libre de tener la que le dé la gana. De hecho, no hace falta ser del PP, por ejemplo, para caer en estas ridiculeces, y todos recordamos otros casos de políticos de otros partidos. También recordamos injustificados ataques a otros políticos no por lo que decían sino por cómo lo decían, es decir, porque hablaban andaluz, sin entrar a considerar si la razón de la ridiculización era simplemente su acento o sus problemas de expresión en todos los planos de la lengua: el vocabulario, la sintaxis o la adecuación. Hablar andaluz no es nunca el problema -ni hablar extremeño, canario o mexicano-, porque cada modalidad lingüística del castellano tiene su propio baremo en el nivel y el registro. El problema es que un representante público –sea del partido que sea- minusvalore a su audiencia, minusvalore el trabajo y el argot de los entendidos en determinadas materias sobre las que hay que estudiar con un mínimo de rigor antes de erigirse uno en portavoz y minusvalore su propio acento creyendo en el fondo que este se demuestra haciéndose la picha un lío como si aquí –y con la que está cayendo- diese lo mismo confundir las churras con las merinas. También del ganado hay que informarse antes de hablar. Con el acento que sea.