El año vencido

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11 ene 2022 / 18:44 h - Actualizado: 11 ene 2022 / 18:52 h.
  • Daniel Ortega y Rosario Murillo. / EFE
    Daniel Ortega y Rosario Murillo. / EFE

Ha finalizado el año 2021 y, como es costumbre en mí, establezco una lista de mis principales actividades emprendidas a lo largo de este período, con el firme propósito de hacer una autocrítica para no volver a cometer los mismos errores, e intentar superar de ahora en adelante, si es posible, los aciertos. Al igual que algunos, hago pues un voto de enmienda de mis equivocadas formas de actuar, pero no estoy seguro de haberlo conseguido todas las veces que me he comprometido conmigo mismo o que me lo he propuesto. También, como ejercicio intelectual, echo una vista panorámica sobre los acontecimientos que han captado mi atención y que me parecen sobresalientes, acaecidos durante el año: una selección de hechos que responden a criterios puramente personales.

Todavía sigue copando los titulares de los mejores diarios del mundo y con sus innegables destrozos, la epidemia del covid-19. Otra Navidad se celebró con las preocupaciones y las restricciones a nivel individual, familiar y colectivo, no tan rígidas, desde luego, como durante el año 2020, pero lo suficientemente incómodas para trastocar planes, alterar proyectos y perturbar el ánimo de la gente. Provoca un gran hartazgo, después de casi dos años y debido a la vigencia del microorganismo, tener que observar todavía las medidas recomendadas, con la finalidad de no contagiarse primero y no ser el vector de propagación del mal. El covid-19 ha tenido una evolución desigual según los países. España ocupa uno de los lugares preferentes en cuanto a la administración de las vacunas, además de las disposiciones de bioseguridad implementadas, lo que ayuda a crear un ambiente de relativo sosiego. Sin embargo, la aparición de las nuevas olas y variantes, las elevadas cifras de contagios, las hospitalizaciones, los fallecimientos aunque disminuido el número, la postura de los negacionistas y de los que rechazan vacunarse, alimentan alguna inquietud en el pueblo, creando en él sentimientos de temor, de pesimismo y a veces de confusión. Es importante añadir que la crisis sanitaria ha multiplicado las enfermedades mentales evidenciadas en el aumento de las solicitudes de consultas psiquiátricas para, por ejemplo, patologías infanto-juveniles, así como por el comienzo del curso de determinadas afecciones mentales, en algunos, o la exacerbación o descompensación de desajustes psíquicos, preexistentes en otros. La sanidad española se enfrenta a esta áspera realidad.

Al lado de esta situación verdaderamente importante, con las múltiples desgracias que ha ocasionado y la angustia subsiguiente, me he fijado en las elecciones presidenciales celebradas en Nicaragua con el matrimonio Ortega-Murillo como director de orquesta. Aparte de constituir una verdadera vergüenza, resulta frustrante para el pueblo sometido desde hace años a los caprichos de unos gobernantes que no escatiman marrullerías, distintas tretas y añagazas electorales. Además de sobornos, represión, encarcelamientos y muertes, concebidos para cumplir con su propósito de enrocarse en el poder, impidiendo, sin pudor ni reserva, cualquier tipo de alternativa en las elecciones presidenciales conmemoradas el 7 de noviembre pasado. Si bien la Revolución sandinista suscitó una ola de admiración a nivel mundial en el año 1979, cuando los comandantes del Frente desalojaron del poder a la dinastía de los Somoza y abrieron una era nueva en el tablero político latinoamericano, hoy en día, bajo la batuta de Daniel Ortega y de Rosario Murillo, queda completamente desvirtuada y mancillada. El matrimonio ha traicionado de manera deshonrosa el pensamiento y legado del carismático líder revolucionario, Augusto César Sandino, lo que ha provocado el abandono del partido de algunos militantes que fueron personalidades destacadas de la Revolución, como el exvicepresidente y afamado escritor Sergio Ramírez y la guerillera Dora María Téllez. Y lo peor es que resulta sumamente difícil vaticinar el fin del régimen que tanto dolor ha causado, sobre todo debido a la voluntad manifiesta de los gobiernos ruso y chino de ocupar un espacio en la escena geopolítica latinoamericana y de jugar un papel estratégico, dando su respaldo a los países etiquetados de izquierda en el continente americano. Daniel Ortega acaba de jurar por cuarta vez consecutiva su cargo.

Un acontecimiento que tuvo una repercusión mundial es el asesinato en el mes de julio del año pasado del presidente haitiano, Jovenel Moïse, a los 53 años de edad. Pese a que las circunstancias que rodean el magnicidio y sus móviles no han sido todavía aclarados, llama la atención el hecho singular de que el homicidio haya sido perpetrado en la residencia privada del presidente, acribillado a tiros en su habitación de matrimonio, en presencia de su esposa. La unicidad de las características del mortal atentado no pasó desapercibida a muchos, principalmente al expresidente de la vecina República Dominicana, Leonel Fernández, quien mostró su extrañeza por la forma en la que se llevó a cabo el odioso crimen. The New York Times, en un extenso artículo publicado a principios del mes de diciembre pasado, acompañado de datos fidedignos, ha dejado entender que el móvil del homicidio obedecería a motivos relacionados con el narcotráfico. Si bien este factor debe ser uno a considerar, las serias disensiones que enfrentaban al presidente con su propio partido y sobre todo su confrontación con la potente oligarquía, pudieron ser razones, según los analistas, ampliamente suficientes para provocar su muerte. La participación de un grupo de colombianos en el mortal atentado ha generado una atmósfera de indignación y de repulsión en el pueblo que, impactado emocionalmente por la noticia y aunque no apoyaba mayoritariamente al jefe de Estado, ha vivido el acontecimiento como una afrenta a la patria. Estos sicarios, cumpliendo dictados y con promesas de embolsar una suculenta suma de dinero, no han tenido ningún reparo en participar en esta arriesgada y sórdida empresa. Las investigaciones están estancadas, debido a la evidente lentitud y carencia de la justicia haitiana.

El fenómeno migratorio, sigue siendo una actualidad sangrante: el flujo de migrantes irregulares procedentes del África Subsahariana como de la América Central que luchan contra viento y marea para alcanzar, respectivamente, las costas de Europa y de los Estados Unidos en busca de unas mejores expectativas de vida. Resulta un auténtico calvario lo que sufren durante esta aventura al precio de incontables e indescriptibles malos tratos y en última instancia de sus vidas. Subsaharianos y centroamericanos que se lanzan en esta empresa, obligados a recorrer miles de kilómetros y a atravesar distintos países para alcanzar su objetivo, estando a merced de las mafias, esos mercaderes que montan su negocio sobre el sufrimiento humano.

En el cono sur del continente americano consiguió la victoria en las urnas, en junio del año pasado tras una enconada contienda electoral, el candidato peruano Pedro Castillo, y en los comicios del reciente mes de diciembre, en Chile, el candidato izquierdista Gabriel Boric se alzó con el triunfo. Por otro lado, el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, de Brasil, acaricia alcanzar una vez más la suprema magistratura del coloso país, tras haber sido absuelto de las falsas acusaciones de corrupción vertidas contra él en el caso Odebrecht. Dejemos que corra el tiempo y veremos cómo evolucionan estos países sometidos a los recelos y, por ende, a la celosa vigilancia de la Administración norteamericana.