Tribuna

El apóstol del teatro

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01 ene 2021 / 12:30 h - Actualizado: 01 ene 2021 / 12:31 h.
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  • Isaac García Guerrero. / Gogo Lobato.
    Isaac García Guerrero. / Gogo Lobato.

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Decía Charles Dickens que «hay grandes hombres que hacen a todos los demás sentirse pequeños. Pero la verdadera grandeza consiste en hacer que todos se sientan grandes». El padre Isaac pertenece a este segundo grupo. Y digo pertenece porque, aunque desde hace unas horas ya no se encuentre físicamente entre nosotros, su legado continúa hablando de él y por él, y permanecerá para siempre.

Nacido en Arenillas de Riopisuerga (Burgos) un 23 de abril de 1947, y ordenado sacerdote en 1973, la trayectoria de Isaac García Guerrero siempre ha estado ligada a la congregación de los Sagrados Corazones —más conocidos como los Padres Blancos—. Ya con doce años ingresó en el seminario de Miranda de Ebro, llegando a cursar filosofía en San Miguel del Monte y teología en El Escorial. Aunque sin lugar a dudas la ciudad que le ha marcado es Sevilla, donde fue destinado en 1972 para concluir sus estudios y hacerse cargo, un lustro después, del colegio San José SS.CC., ubicado en el barrio de Los Remedios. Allí permanecería diecinueve años como director, dejando una huella indeleble que aún perdura. Y es que al margen de su gran aportación como docente, el padre Isaac fue coordinador de la Pastoral Juvenil, subdirector de la revista cristiana 21, miembro de la Junta Directiva de FERE Andalucía, así como responsable del programa de Canal Sur TV Testigos Hoy.

Y la cosa no acaba aquí. Amante de las tradiciones, siempre ha contribuido a embellecer las fiestas de Navidad, ha acompañado a las hermandades de gloria y penitencia, y convertido su parroquia de San Marcos —última de sus escalas vitales— en un punto de encuentro familiar como pocos en la diócesis.

Aunque a nadie escapa que una de las razones por las que Isaac García Guerrero permanece y permanecerá en la memoria de todos los que le conocimos y apreciamos es por su aportación al mundo del teatro. Una faceta en la que se erigió como un auténtico maestro y en la que un servidor tuvo la suerte de conocerlo rayando la adolescencia. Época complicada para cualquier ser humano en la que es necesaria una mano amiga que sepa guiarte por el buen camino, al tiempo que ofrecerte apoyo y alternativas. En ese sentido, nunca podré agradecerle lo suficiente lo que Isaac me aportó, cuánto aprendí a su lado encima de un escenario y cómo me cambió la vida al abrirme las puertas de «su teatro».

Quédense con este título, «su teatro», porque el remozado espacio de los Padres Blancos donde se representan conciertos, festivales y espectáculos de toda índole bajo el nombre «de Los Remedios», siempre será el del padre Isaac. ¿Quién si no descubrió entre sus cuatro paredes a la reconocida Paz Vega? ¿Quién logró que Manolo Caro se convirtiese en un actor de raza, Antonio Dechent fuese un valor seguro del cine español o Ana Ruiz irrumpiese en la televisión? Sólo él fue el responsable de esto, amén de poner en marcha doscientas obras, dar a luz el Belén Viviente «indoor» más grande de España y que la congregación de los Sagrados Corazones fuese reconocida y admirada allá por donde se representaban sus extraordinarios montajes.

Pero eso es lo menos. Ya que el verdadero logro de García Guerrero fue conseguir que todos se sintiesen grandes, como apuntaba Dickens, independientemente de su edad, aptitud o procedencia: desde el joven que montaba los focos a la maquilladora; del atrezista al encargado de vestuario; del figurante al que vendía las entradas. Para todos tenía una buena palabra —recia y castellana, como él mismo, pero siempre profunda y sabia—; a todos les daba su sitio; para cada uno tenía una ocupación, una encomienda. Esa era su manera de evangelizar, como un apóstol del teatro que supo apostar por todos sin dejar fuera a nadie.

Por eso el recinto escénico de su colegio, su «fábrica de sueños», como la denominé en este medio, el lugar donde cobraron vida Don Mendo, Cyrano de Bergerac o el Tenorio, haciendo felices a miles de almas durante años, no puede tener otro nombre que Isaac García Guerrero.

Nada sería más hermoso. Nada más justo.

Tómenlo en consideración y háganlo posible.