Desvariando

El baile tiene que ser de pellizco

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Manuel Bohórquez @BohorquezCas
12 ago 2022 / 09:54 h - Actualizado: 12 ago 2022 / 09:56 h.
"Desvariando"
  • El baile tiene que ser de pellizco

Quizá no haya tenido nunca el baile flamenco una nómina de profesionales, como en este tiempo. Esto parece que no lo cuestiona nadie. Sin embargo, siempre que se habla de ello sale a relucir lo de la personalidad. ¿Qué es la personalidad en el baile? Tener un sello, al menos en mi opinión. Recuerdo una vez más lo que solía decir Juan Valderrama al respecto: “Hay que tener un sello, aunque sea de Correos”. Hay dos bailaores que me gustan sobremanera: el moronero Pepe Torres y el jerezano Joaquín Grilo. Son de los pocos que me pueden hacer salir de Sevilla para disfrutar del baile flamenco.

No me gusta el baile de postureo, de pose fácil, sino de raza. Pepe Torres es el más flamenco de todos, porque es natural y mamó el baile gitano en la teta de la fiesta moronera con Pepe Ríos, su tío El Andorrano o Ramón Barrull. Sin olvidarnos de esos bailaores anónimos de los pueblos, que a veces son más flamencos que los famosos. El nieto de Joselero tiene dentro muchas noches de fiestas, de reuniones, y no solo el baile sino la guitarra y el cante. No es academicista, no es previsible, no aburre, no cansa, no vende la moto...

Pepe Torres canta y toca la guitarra, además de bailar como nadie. ¿Por qué entonces no es el que más festivales hace? Porque siempre ha ocurrido esto en el flamenco. Juanito Mojama y Tomás Pavón fueron dos genios del cante, pero se murieron sin pena ni gloria, por no decir en la miseria. Lo bueno se ha quedado siempre para una minoría de cabales, y es lo que ocurre con Pepe Torres. Ocurrió también con Perrate en el cante o con Diego del Gastor en la guitarra. Sobrevivieron gracias a las reuniones de cabales.

Yéndonos a la otra escuela, la de los creadores con sello, al baile estilizado, encontramos al jerezano Joaquín Grilo, un artista de locura. ¿Es el que más actuaciones tiene a lo largo del año? Ni mucho menos. Si fuera productor de espectáculos los juntaría a los dos y los pasearía por todo el mundo como una muestra de lo que debe ser el baile flamenco sin ojana, por derecho, de esencia y creativo. Hay cien bailaores y bailarines, pero no como estos dos grandes artistas tan auténticos y tan distintos a la vez. No copian a nadie, tienen el don del arte y tanto cuando improvisan o interpretan el patrón clásico, son un espectáculo.

Lo mismo podríamos decir del baile femenino. Me siguen gustando Manuela Carrasco, Pepa Montes y Carmen Ledesma. Prefiero a Angelita Vargas moviendo los brazos sentada en una silla, que a cualquiera de esas nuevas bailaoras que parten la tarima y dan ojana por un tubo. Le doy un gran valor a una buena coreografía de María Pagés, que en este campo es la mejor. Valoro la calidad de Eva la Yerbabuena y la de Rocío Molina, cuando no se les va la olla. Admiro a jóvenes como María Moreno o Mercedes de Córdoba. Pero el baile tiene que ser de pellizco, porque si no es así es un ejercicio físico para perder calorías sin ira al gimnasio.