La Tostá

El Ballet Flamenco de Mario

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Manuel Bohórquez @BohorquezCas
28 nov 2019 / 08:12 h - Actualizado: 28 nov 2019 / 08:16 h.
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  • Mario Maya. / David Estrada
    Mario Maya. / David Estrada

Tuve la suerte de vivir muy de cerca el nacimiento de la Compañía Andaluza de Danza, hoy Ballet Flamenco de Andalucía. Parece mentira que hayan pasado ya veinticinco años. Llevaba diez años en El Correo cuando se hizo realidad el viejo sueño de un ballet de Andalucía, la tierra del baile y la que ha dado más genios de esta disciplina del arte flamenco, desde Miracielos y el Pintor hasta Farruquito e Israel Galván. Un día me llamó Mario Maya y me dijo que iba a crear una compañía de danza por encargo de la Junta de Andalucía. Lo celebramos tomando unas cervezas en Modesto y recuerdo que me comentó lo que le iba a costar entenderse y llevarse bien con los políticos andaluces. El genio cordobés-granadino no era de llamar a las puertas de los despachos, y mucho menos de echarles el brazo por encima a los gobernantes.

Mario era más bien un contestatario y un rebelde, además de un artista delicado y exigente, poco dado a los chistes fáciles y los tópicos. Consideraba a los socialistas de la Junta los nuevos señoritos andaluces, y así lo dijo en una entrevista en El Mundo cuando la cosa comenzó a ponerse fea. Su talento y capacidad de trabajo eran indiscutibles, pero cada día tenía una queja y fue un auténtico milagro que en 1994, echara andar la Compañía Andaluza de Danza bajo su dirección. Recuerdo también los disgustos que tuvo con Enrique Morente para que acabara la música de parte del estreno. “Es muy camastra”, decía, elogiando a la vez su talento para componer maravillas flamencas.

Una mañana me llamó para que fuera a ver a un joven bailaor sevillano, porque decía haber descubierto a un nuevo genio. Cuando entré en la sala de ensayos del Maestranza, allí estaba el fenómeno, un joven con cara de cernícalo que miraba a Mario como si mirara a Dios. Era Israel Galván, cuando bailaba flamenco para comérselo. ¡La ilusión que puso Mario en aquel chaval o en Rafaela Carrasco, y en el proyecto en sí! Nada menos que poner la primera piedra de una compañía de baile. Un cuarto de siglo hace de aquello y estoy seguro de que si viviera no iría a ver nada del Ballet Andaluz, entre otras razones porque salió muy decepcionado de aquella aventura. ¿Alguien le ha agradecido aquel fatigoso trabajo?

Sevilla le tendría que poner un monumento al maestro por los años que vivió, trabajó y creó en esta ciudad. Cuando murió, estando de cuerpo presente en el Ayuntamiento, el citado discípulo celebró una fiesta esa misma noche en el Casino de la Exposición. Es solo una anécdota, pero muy triste. Estos días hay euforia con la efeméride, un cuarto de siglo de historia de la compañía. Es un orgullo para Andalucía que tengamos ese ballet que recorre el mundo cada año en representación de la tierra que parió al flamenco, Andalucía. En estos veinticinco años ha habido de todo, grandes coreografías y notables chapuzas, demasiados directores/as, y, sobre todo, desorganización.

No está mal nuestro ballet, pero podría ser mejor. Podría ser el mejor del mundo, por lo que tenemos en nuestra tierra, pero no lo es ni en sueños. Ni siquiera Andalucía lo ha hecho suyo todavía, aunque el pasado martes estuviera lleno el Maestranza y fueran por allí tantos políticos, artistas y gente de la prensa. No era para menos, porque había que celebrar tantos años de historia, de sueños, de momentos mágicos y grandes éxitos, y, por qué no, también de fracasos.

Han pasado grandes directores y directoras, pero para mí será siempre el Ballet Flamenco de Mario Maya.