Hace unos años localicé un documento que demostraba que el gran bolero Miguel de la Barrera y Quintana no era sevillano, sino malagueño de Antequera. También descubrí que no era hermano de Manuel de la Barrera y Valladares, como aparecía en muchos libros de baile y danza, algunos del siglo XIX. La casualidad de que ambos tuvieran como primer apellido Barrera confundió a muchos, quizá porque los dos eran grandes maestros del baile sevillano y personas fundamentales de una misma época. Sin ellos es imposible escribir una historia del baile de Sevilla, que por cierto está aún por escribirse para desmentir tantas falsedades e invenciones de quienes en su tiempo no fueron capaces de documentarse para hacerles justicia a los de la Barrera y a otros muchos artistas sevillanos que han quedado sepultados bajo la pesada e injusta losa del olvido, como el maestro bolero Félix Moreno Rodríguez, una institución del baile.

Lo de los hermanos de la Barrera era porque Miguel tuvo un hermano que también era bolero, Cayetano, menor que él. Eran célebres en la Sevilla de mediados del XIX, por su academia, la más importante de la ciudad, donde aprendieron a bailar las mejores boleras de entonces, como fueron La Campanera, Petra Cámara y Manuela Perea La Nena. Las dos últimas revolucionaron la danza en Europa, aunque en Sevilla no lo sepan y no exista nada que las recuerde, como nada recuerda a los de la Barrera, sin los cuales no se entendería el principio del flamenco en nuestra ciudad. Porque antes de que existieran los cafés cantantes, los artistas del baile, el cante y la guitarra actuaban en las academias y en los salones del baile que regentaban estos boleros. Fue ahí donde se produjo la fusión de la escuela bolera con el género gitano, que dio lugar a lo que más tarde empezaría a llamarse flamenco, a mediados del citado siglo.

¿Quién fue Miguel de la Barrera y cuál es su origen? Hijo de una marchenera, María del Rosario Quintana, y de un señor de Carmona, Ignacio de la Barrera. Nació el 30 de abril de 1814 en la ciudad de Antequera (Málaga), aunque el matrimonio abandonó pronto este lugar porque los hermanos del bailaor aparecen ya nacidos y bautizados en Sevilla, en la parroquia del Salvador. Por tanto, la infancia de Miguel de la Barrera transcurrió en el centro de Sevilla, aunque luego se afincara en la calle Trajano, cerca de la Alameda de Hércules, donde murió, concretamente en el número 19, el día 27 de julio de 1864. En su partida de defunción consta como Maestro de Bailes. Tenía 50 años cuando se produjo su óbito, y estaba soltero.

Tan importante era Miguel de la Barrera que no se celebraba una fiesta de baile en Sevilla en la que no estuviera al frente, unas veces en su propia academia y otras en el Salón Recreo, que estuvo en el número 1 de la céntrica calle Tarifa, en la Campana, donde años más tarde estaría el célebre Café del Burrero y vivieron también el bolero Luis Botella, el empresario de cafés Manuel Ojeda El Burrero y Silverio Franconetti antes de fundar su propio café cantante en la calle Rosario, en 1881. Por cierto, Luis Botella González tampoco era sevillano, sino malagueño, aunque hizo su vida en Sevilla, donde se enterró. Estos señores fueron fundamentales en la creación del género flamenco y, salvo Silverio, que ha sido estudiado, cayeron en el más absoluto de los olvidos.

Si en Sevilla interesa poco o nada Miguel de la Barrera, menos interesa en Antequera, donde nació. Con motivo de la celebración del VI Congreso Internacional de Flamenco, celebrado en esta ciudad malagueña el pasado fin de semana, solicité ayuda al Archivo Municipal para que me facilitaran su partida de nacimiento, puesto que pensaba dar una conferencia en el citado congreso para dar a conocer la vida y obra de este histórico artista del baile. Conté para ello con la joven antequerana Sandra Pidial Hidalgo, quien se encargó de buscar el valioso documento una vez que le facilité los datos precisos: nombre completo, nombre y apellidos de sus padres y fecha de nacimiento.

Mi sorpresa fue que no mostraron ningún interés en el artista antequerano, del que no tenían noticias. Les pedí que al menos me facilitaran el acta sacramental para mostrarla en el congreso, y ni eso. Todo un mes intentándolo y al final tuve que encargar la partida al Arzobispado de Málaga, donde me cobraron cuarenta y dos euros, que, al parecer, de eso se trataba: de pasar por caja, como buen cristiano. Encima, la partida llegó tarde y tuve que suspender la conferencia. ¿De verdad que interesa el flamenco, su historia, en Andalucía? ¿Es de recibo que en Antequera no hayan mostrado el más mínimo interés en saber quién fue Miguel de la Barrera, que nació en una de sus calles y fue fundamental en la gestación del baile flamenco, hoy una de las banderas de la cultura musical andaluza en el mundo entero?

No me extraña, porque tampoco saben nada de otros artistas flamencos antequeranos como fueron La Águeda y La Antequerana, artistas de renombre flamenco del siglo XIX. Ni de la relación de El Canario de Álora y La Trini de Málaga con esa ciudad que, según dijo su delegada de Cultura en la apertura del congreso, «tiene un pasado flamenco histórico». Menos mal que lo dijo la responsable de Cultura y no el cabo de los municipales. ¿A qué pasado histórico se referiría, si lo desconocen? No es solo que lo desconozcan, sino que no les interesa conocerlo, como ocurre en muchas otras ciudades y pueblos de Andalucía, con lo que aquellos pioneros del arte andaluz hicieron por la cultura de la tierra.

Eso sí, luchamos mucho para que la Unesco declarara el flamenco Bien de Interés Cultural Inmaterial de la Humanidad, y lo conseguimos. Incluso tenemos el Día Internacional del Flamenco, con lo que competimos con el Día Internacional de la Mortadela. Es que cuando los andaluces nos ponemos, nos ponemos. En el escaparate, quiero decir.

Pobre Miguel el de la Barrera.