El exceso verbal, completamente inapropiado, de la fiscal en el caso de Rita Maestre ha oscurecido las razones que asisten al ministerio público.
No puede ampararse en el ejercicio del derecho a la libertad de expresión que un grupo de mujeres irrumpan en una iglesia, interrumpan un oficio religioso y, entre gritos y consignas políticas, se desnuden. La finalidad era, al parecer, protestar contra la Iglesia por sus posiciones sobre la libertad sexual y otras obviedades.
Resulta que una de aquellas mujeres es la actual concejala del Ayuntamiento de Madrid, política en ejercicio.
Ha reconocido los hechos y ha manifestado que no pretendía ofender los sentimientos religiosos de nadie, cosa imposible de entender a la vista de los hechos.
Ese delito del que se le acusa resulta ser un tipo penal excesivamente laxo, sujeto por tanto a una excesiva discrecionalidad por parte de los jueces. Pero este país es así. Se declara aconfesional pero no laico y te topas con la Iglesia y su moral en cualquier recodo de las leyes. Y esas leyes pesan en exceso.
También resulta chocante que dentro del campus universitario haya una capilla, como un aula más. Algún día llegará en que cualquier confesión religiosa no pueda invadir el espacio público.
Pero mientras eso ocurre no puede una ciudadana desnudarse en una iglesia con consignas sobre su libertad y orientación sexual, alterando a unos pacíficos feligreses, a menos que se considere una provocación ponerse a rezar en la capilla universitaria y siempre que no sea para implorar del Altísimo un aprobado inmerecido que es como aprobar copiando. Y eso no está bien