Los medios y los días

El centro de Sevilla ya estaba moribundo

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18 feb 2021 / 04:00 h - Actualizado: 18 feb 2021 / 04:00 h.
"Los medios y los días"
  • Palacio de los Sánchez-Dalp, en la Plaza del Duque. / El Correo
    Palacio de los Sánchez-Dalp, en la Plaza del Duque. / El Correo

Cuando construyeron El Corte Inglés de la Plaza del Duque empezó a morir el centro de Sevilla, eso se ha dicho siempre en la ciudad. Yo nací en el centro, en el barrio de San Vicente, al lado de la casa en la que vivieron Gustavo Adolfo Bécquer y su hermano Valeriano y he vivido ese despoblamiento. Primero tiraron abajo el Palacio de los Sánchez Dalp para construir El Corte Inglés que se convirtió en el gran punto de referencia comercial. Gracias a El Corte Inglés vivían o sobrevivían numerosos pequeños comercios y otros murieron mientras que los alrededores del gran sol mercantil se llenaron de satélites en forma de puestos “hippies”. Ahora bien, al finalizar el horario público de El Corte Inglés, cuando el sol del consumo apagaba su luz, el centro quedaba convertido en campos de soledad, mustio collado, los satélites del gran sol, cercanos y lejanos, quedaban también a oscuras y la gente desaparecía como por ensalmo.

La calle Baños se convirtió en un infierno, no se podía caminar por ella, sobre todo los sábados. Una fila interminable de coches se apiñaba y sus ocupantes tenían la paciencia infinita de esperar el tiempo que fuera hasta llegar al aparcamiento subterráneo del magno centro comercial que, por cierto, no sé qué grado hubiera alcanzado la tragedia si llega a explotar la bomba que ETA tenía pensado dejar allí en aquel parking en un coche cargado de explosivos que, en 1990, con el cabecilla Henri Parot dentro, se encaminaba ya a su destino con el objetivo de volar la jefatura superior de policía donde ahora van a levantar un hotel y no sé si pondrán algún recordatorio de que aquello fue un lugar donde podías estar sacando tu DNI en la planta baja mientras que en los sótanos tal vez torturaban a alguien por motivos políticos. Por fortuna, la policía detuvo a Parot antes de llegar. El mozo tiene a sus espaldas 82 asesinatos y no sé cuántos podría cargar más de haber conseguido perpetrar aquel atentado.

El precio de la vivienda empezó a subir, la gente del centro nos íbamos emparejando y contrayendo matrimonio, ¿cómo quedarse a vivir en el centro con esos precios prohibitivos? Llegó el boom especulativo del 92 aunque ya antes eran caras las viviendas. Al mismo tiempo, bastantes propietarios empezaron a actuar con esa estrategia que se llamaba “asustaviejas”, mi madre y muchas otras vecinas de mi barrio fueron víctimas de ella, no había piedad, personas, viudas, por regla general, que llevaban cuarenta años habitando en hogares alquilados a precios muy bajos eran hostigadas para que los abandonaran con el fin de echar abajo edificios y especular con ellos, mi barrio pasó de ser un lugar de convivencia masiva y fraternal a una especie de boca del lobo, un lugar melancólico donde los edificios de pisos amplios y frescos se habían convertido en apartamentos para nuevos vecinos venidos de fuera no sólo del barrio sino de Sevilla, se acabó la interacción y familiaridad vecinal, cuando paso por el lugar donde nací a veces se me caen dos lagrimones no sólo por la nostalgia sino por la situación de desamparo que siento.

Mi barrio fue el ejemplo de cómo nos echaron del centro a quienes allí nacimos. Le daré un dato al ayuntamiento por si quiere anotarlo. Calle Mendoza Ríos, 28, allí viví en mi niñez, es un edificio declarado de interés cultural que se asoma a dos calles: a la propia Mendoza Ríos y a la calle García Ramos donde tiene su entrada principal. Posee un hermoso patio vecinal de columnas blancas con azulejería de estilo andalusí. Ahora es del ayuntamiento que tenía previsto convertirlo en zona cultural o habitable. Cerrado a cal y canto durante no sé ya cuántos años, cegadas sus puertas, no quiero ni imaginar en qué condiciones de conservación estarán ya aquellos escenarios de mi niñez donde el vecindario mantenía relaciones muy cercanas. Claro que si en la calle Trajano han dejado tan abandonado el edificio del antiguo cine Trajano cuyo autor es Aníbal González qué se puede esperar. Eso es Sevilla y eso es el mundo hoy. Puede que sea mejor que el mío pero yo, en este aspecto, me defeco en él porque las ciudades cada vez son menos Europa, menos convivencia, y más desierto, zocos de consumo de todo tipo.