Nunca he entendido bien eso de que el Estado subvencione el cine y no otras cosas que son también muy importantes. Por ejemplo, la edición de libros apoyando a los editores, a los escritores noveles o los viajes por el mundo para que alcancemos cultura y seamos mejores ciudadanos, sobre todo para que amemos más a nuestro país. Evidentemente, el cine tiene que estar subvencionado y, de hecho, en 2017, saliendo de la crisis, recibió algo más de 70 millones de euros. A veces, a producciones que las han visto cuatro gatos y medio, pero, claro, a lo mejor llevan mensajes subliminales sobre lo guay que es el socialismo y la ruina que es la derecha, que nos quiere llevar siempre al tenebroso pasado.
La izquierda cree que el cine es una herramienta de ella y como la gente no va al cine malo, solo al que invita a gastarse lo que sea en una entrada, sea de donde sea, pues exigen dinero público para el sector. Por ejemplo, para combatir al fascismo, “para hacer cultura antifascista”, según dijo ayer en la Gala de los Goya el actor Eduardo Casanova. ¿También cultura anticomunista? ¿Se lo imagina? Queremos dinero para hacer un cine que combata al comunismo de Podemos o el radicalismo salvaje de la CUP. El director Pedro Almodóvar dijo que le daba vergüenza pedirle dinero al Estado, “pero el cine español lo necesita”. ¿A estas alturas?
Sí, al parecer, es el momento porque estamos boyantes, aunque se vendan menos casas y coches, hayan bajado las exportaciones y tengamos un parón industrial. O sea, una nueva crisis económica a la vuelta de la esquina. Pero lo importante ahora es meter dinero público en potenciar la cultura antifascista a través del cine, que debería ser siempre un reflejo de la sociedad que tenemos, y no siempre lo es. ¿Qué postura tomó el cine, en general, cuando la corrupción nos avergonzaba en el mundo entero, lo mismo en la etapa socialista como en la del gobierno de la derecha? Y los actores, ¿se comportan lo mismo en la gala de los Goya cuando gobiernan la derecha o la izquierda?
El subvencionismo, pase la palabreja, conduce al dirigismo. Pero la realidad es que se va poco a ver películas españolas, en parte porque la mayoría son infumables, aunque sean efectivas para drogar al pueblo o adoctrinar a los que no acaban de entrar por el aro. He ido a ver películas españolas y estábamos cuatro y el de la guitarra. Subvencionadas, claro. Supongo que financiar el aburrimiento con dinero público entra dentro del plan de descanso de los aborregados.