El compromiso y la fuerza de María Micaela

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13 jun 2020 / 21:07 h - Actualizado: 13 jun 2020 / 21:10 h.
  • El compromiso y la fuerza de María Micaela

Entre 1809 y 1865 vivió la Vizcondesa de Jorbalán, una mujer comprometida y un ser muy especial. Su fuerza se afianzó en la Eucaristía que fue el Referente, con mayúscula, para una vida dedicada a liberar a las mujeres vulnerables y explotadas.

Dio cariño y afecto y se entregó sin reservas, de hecho murió cuidando a enfermos del cólera en Valencia. No tuvo límites cuando se trataba de ayudar a personas, en concreto a mujeres, sometidas a una vida sin dignidad.

Con una excelente formación según los cánones de la época, María Micaela, no dejó ni un minuto de pensar cómo podía servir a mujeres maltratadas y explotadas sexualmente. Su vida personal afianzada en su Fe y en la experiencia particular de sentir, a través de la Eucaristía a Dios a su lado, le dio fuerza suficiente para embarcarse en un proyecto de servicio y de entrega a las mujeres más vulnerables de la sociedad.

El día 15 de junio se celebra su Fiesta y ésta quiere ser este año, sacudidos como estamos por la pandemia del coronavirus, un momento especial en donde se pueda recordar a una mujer, una Santa, Santa María Micaela, como un referente de compromiso para responder a las necesidades de toda mujer acorralada por el miedo y sujeta a las redes de explotación sexual; así como ejemplo de fuerza y de energía para animar a todas las personas que trabajan en los programas y proyectos de las adoratrices a resolver cada situación injusta que las mujeres puedan estar pasando derivada de un sometimiento fomentado por redes de explotación sexual.

Santa María Micela fue una mujer valiente y se enfrentó sin miedo a todos aquellos que favorecían la explotación sexual de las mujeres. Coincidió en el tiempo con San Antonio María Claret, y éste le orientó y asesoró en el proyecto de vida que Dios le estaba pidiendo realizar.

Su valentía no estuvo exenta de dificultades y tuvo que lidiar con acusaciones y falsedades hacia su persona; pero ella tenía muy claro que quien la guiaba era quien le ayudaría a salir de cada situación difícil que en el día a día aparecía en su servicio. La guía era la presencia de Cristo en su vida.

Contemplar a Cristo, a través de la Adoración, le daba fuerza y energía haciendo posible que su compromiso, tantas veces atacado, no retrocediera ni un milímetro de lo alcanzado.

Ella, desde su sencillez y con su excelente formación, tuvo claro que tenía que desarrollar un proyecto de trabajo en donde la mujer, sí, cada mujer, fuera el centro de la atención en la misión Adoratriz.

Fue una revolucionaria social y un pionera en lo que se podría denominar a día de hoy intervención social. Sabía que la educación y la formación eran un eje fundamental, porque si éste envolvía a cada mujer, ésta sería más fuerte y más autónoma. A la formación había que sumar la posibilidad de poder tener un trabajo digno. Sin trabajo no era posible que cada mujer, que había sufrido la explotación sexual, pudiera tener un nivel de autonomía adecuado y justo.

María Micaela, conocida también como Madre Sacramento, asentó un modelo de intervención apoyado en la búsqueda de la innovación. Hay que innovar para poder responder a las necesidades que las mujeres plantean y demandan.

Hoy podemos decir que todas las personas que estamos involucradas en el Proyecto Adoratriz buscamos la innovación. Una innovación que se afianza en la experiencia de más de 150 años de trabajo diario y continuo con colectivos vulnerables socialmente.

Es una innovación que tiene como objetivo la dignificación de la cada persona que es acogida en cada programa y en cada proyecto. Es la dignificación de vivir en familia, y de sentirnos todas las personas que estamos vinculadas a la misión adoratriz, parte de esta familia.

Santa María Micaela ha hecho posible que cada casa de las Adoratrices pueda ser un espacio de encuentro y de convivencia, y cada persona que habite en la misma se sienta querida y respetada, al mismo tiempo que ayudada para realizar un proyecto vital en su vida.

Innovar es, ante todo, dignificar y esto conlleva fomentar procesos que logren transformar, además de a las personas, a la propia sociedad.

Micaela se empeñó en cuestionar los modos y las formas de cómo se trataba a las mujeres, buscó siempre hacer valer lo que aportaban a la sociedad y quiso darles el estatus que se merecían. Trabajó para que tuvieran libertad y elevó a los responsables políticos de la época las necesidades de unas personas explotadas sexualmente.

Madre Sacramento se empeñó, desde su experiencia de Dios, en planificar un proceso de acción social que no marginara, al contrario que liberara. Su acción social es la liberación de las mujeres atrapadas en las redes y en las mafias. El miedo nunca tuvo cabida en su vida; pero esto no significa que no tuviera momentos duros y complicados.

Hoy, en Europa, en África, en América y en Asia se desarrolla la misión de ayudar a dignificar la vida de muchas mujeres que sufren la explotación sexual, se hace desde el servicio y desde el carisma Adoratriz. La sencillez se entremezcla con el rigor profesional de todas las religiosas adoratrices, de los profesionales y de los voluntarios que han logrado articular una gran familia con todas las mujeres que han sufrido la persecución y la explotación. Son espacios de esperanza, de alegría y gozo. Santa María Micaela quería que cada casa fuera un hogar de liberación, un rincón de sosiego y de paz en donde cada persona pudiera reencontrar un camino que le pudiera conducir a tener dignidad.

La fuerza hay que renovarla día tras día, por esta razón María Micaela buscaba en la adoración al Santísimo el alimento que la sostuviera en pie frente a las adversidades, y que le ayudara a interpretar qué era lo más conveniente para lograr transformar la sociedad. Tener fortaleza es trabajar y trabajar confiando siempre en Aquel que nunca te abandona. El compromiso es la respuesta a esta experiencia vital.

Hoy, los que estamos cerca de la misión Adoratriz, sentimos que nuestro compromiso nace del empeño que tuvo la Madre Sacramento porque tuviéramos presente que por una vida, por una sola vida merece la pena, trabajar y trabajar. También tenemos que ser capaces de estar abiertos a experimentar, desde la Fe, la presencia viva de Cristo. Un Cristo que se compromete con las personas más vulnerables y que nos recuerda que el único camino posible para transformar la sociedad es la fraternidad.

Santa María Micaela expande a través de las Religiosas Adoratrices espacios de fraternidad porque su compromiso sigue siendo hoy, como hace más de 150 años, una acción liberadora que nos recuerda a toda la sociedad que queda mucho por hacer; pero que desde lo sencillo y pequeño no hay que dejar de trabajar por lograr dignificar a cada mujer que sufre, ha sufrido o puede sufrir explotación sexual.

Os invitamos a conocer la misión y el trabajo de las Adoratrices:

http://www.adoratrices.es/

http://www.fundacionamaranta.org/