La vida del revés

El concierto de Raphael y las trincheras de las redes sociales

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21 dic 2020 / 12:27 h - Actualizado: 21 dic 2020 / 15:27 h.
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  • Aspecto que presentaba el WiZink Center de Madrid durante el concierto de Raphael. / EFE
    Aspecto que presentaba el WiZink Center de Madrid durante el concierto de Raphael. / EFE

Se ha organizado un enorme revuelo a causa de la celebración de dos conciertos de Raphael en Madrid. A las puertas de unas navidades en las que se nos están pidiendo esfuerzos más que dolorosos, no parece la mejor idea del mundo autorizar un concierto en el que se congreguen 5.000 personas. Si al día siguiente pides que se sienten seis personas, como máximo, a la mesa en Nochebuena, es normal que te digan que de eso nada, que se van a sentar los que quepan y que hasta aquí hemos llegado. Son muchos meses de pandemia, el agotamiento de la población comienza a hacer estragos y estos mensajes tan contradictorios y tan estúpidos se comienzan a recibir con rabia e indignación.

Sin embargo y dicho esto, creo que las cosas hay que mirarlas con distancia y con sumo cuidado.

El aforo máximo del WiZink Center de Madrid es de 17.453 espectadores. Si asistieron 5.000 personas, se cubrió cerca del 29 por ciento de esa capacidad máxima. Todo indica que se cumplieron con los protocolos en cuanto a distancia de seguridad entre personas no convivientes y hubo dispensadores de gel hidroalcohólico en decenas de lugares. Es decir, no estamos hablando de un botellón en la calle de la ciudad o de una fiesta ilegal y clandestina; botellones y fiestas a las que acuden nuestros hijos (que nadie crea que vienen de Chile o de Guinea Ecuatorial). No estamos hablando, tampoco, de una manifestación de 300.000 personas en el centro de la ciudad como la del 8M a la que yo mismo asistí y que tanto ha dado de sí en las tertulias y conversaciones.

Personalmente, comienzo a estar fatigado de tanta trinchera. Nos hemos colocado unos frente a otros y no hay forma de levantar el pie del acelerador. Nos lanzamos al ataque sin ton ni son y sin saber de lo que estamos hablando. ¿No es más peligroso ir a comprar en masa al centro de la ciudad cualquier fin de semana? ¿No hay mayores aglomeraciones en el metro o en el bus? Basta que en las redes alguien comience a repartir estopa para que se genere un escándalo abrumador sin demasiados motivos.

No creo que sea bueno autorizar un concierto de esta envergadura con la que está cayendo. Pero, entonces, ¿qué hacemos con las representaciones en el Teatro Real de Madrid o en el Maestranza de Sevilla? Proporcionalmente, cualquier sala de cine debería convertirse en un escándalo diario. ¿Nos cargamos la cultura del todo para que unos y otros se queden tranquilos en su trinchera de las redes sociales?

Vamos a echar el freno porque de otro modo la convivencia va a ser completamente imposible.