Mientras usted lee esta columna de opinión, miles de españoles (incluidos catalanes, gallegos y vascos) están leyendo algún documento en inglés. Trabajan fuera de España o tienen que utilizar ese idioma para poder desarrollar su labor profesional. No son pocos los que ven las películas o las series en versión original y usan los subtítulos para entender porque les parece que el sonido de las voces de los actores es mucho mejor que el de los actores de doblaje. Hablar inglés o francés nos parece necesario o imprescindible y no nos genera molestia alguna que miles de millones lo hablen. Miles de niños están aprendiendo matemáticas o historia en vasco, catalán, gallego o castellano. Y es que el idioma sea cual sea y si no es excluyente siempre enriquece a la persona. El idioma forma parte de la cultura de un pueblo y es uno de los vehículos fundamentales para su transmisión. Es el gran patrimonio del ser humano, lo que le distingue del resto de animales, lo que le hace grande. Los españoles somos un grupo de seres humanos con diferentes características y eso es maravilloso; formamos un conjunto plural y complejo gracias, entre otras cosas, a los distintos idiomas que se hablan a lo largo y ancho de la geografía española.
El uso de una lengua no puede ser perjudicial para nadie. Otra cosa bien distinta es que los políticos se apropien de ellas y las utilicen como moneda de cambio o como motivo de discusión o ruptura. Los idiomas son buenos y lo que es malo es lo que se trata de hacer con ellos si cae en manos de un sujeto que sólo alcanza a querer ocupar un despacho al precio que sea. Ojalá todos pudiéramos hablar en castellano, catalán, vasco o gallego de forma indistinta. Ojalá. Y no es bueno que hagamos nuestro un debate estúpido que consiste en juzgar si hablar un idioma u otro es un pecado o una bendición. Dejemos a los políticos con sus cosas de insignes catetos.
Que se hablen estas lenguas en el Congreso de los Diputados no deja de ser algo integrador y amable. Miles de personas tendrán que recurrir a la traducción para entender y miles de personas podrán escuchar con atención lo que les dicen en la lengua que utilizan cada día, cada minuto. ¿Es un gasto innecesario? No, los gastos innecesarios se suman en la columna de comisiones, corrupción y otros; los gastos innecesarios son los que provoca la guerra. No sigo porque me acusarán de hacer demagogia. ¿Por qué razón utilizar lenguas distintas al castellano si con esa nos entendemos todos? Porque los otros idiomas existen y se dicen las cosas mejor en el idioma con el que has crecido y utilizas siempre. Ya lo creo que se dicen mejor. Y, además, porque no hace ningún daño.
Nos rodean problemas formidables; algunos de ellos nos pueden llevar a la desaparición del planeta dentro de unos años (esperemos que muchos) y nos enredamos con los idiomas de nuestros compatriotas. Miren, los dictadores siempre comienzan a destrozar por la parte de la cultura, por la zona en la que se encuentran, por ejemplo, los idiomas. Lo hacen porque saben que un pueblo es su cultura y su identidad, porque les da miedo un pueblo con criterio, un pueblo culto y preparado. Creo yo que esto ya es motivo de reflexión, un buen comienzo para plantearse el asunto desde la sensatez y la coherencia.