El contenedor de los desprecios

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24 abr 2016 / 20:24 h - Actualizado: 24 abr 2016 / 20:25 h.
"El Baradero"

De toda la vida vengo escuchando una frase muy popular que dice... «cada día media España se levanta para tratar de engañar a la otra media». No cabe duda, que durante mucho tiempo, obedecía más a una exageración de la oratoria de la experiencia que al resultado demoscópico después de un sondeo viendo la valoración que, en este sentido, tienen los ciudadanos. Pero tras el sobresalto informativo diario al que estamos sometidos con la aparición de tanto golfo suelto, al final, no nos va a quedar más remedio que dar por bueno el dicho. Antes eran los Sofico, Fidecaya, Fórum filatélico, Afinsa, Rumasa, el Aceite de Colza, el caso Filesa, las estafas piramidales, las propiedades compartidas, etc. Pero, a la vista de los acontecimientos, esto era un juego de niños comparado con la realidad actual. ¿Qué pasa? ¿El ciudadano honrado se está convirtiendo en una especie a extinguir?

Cualquiera podría establecer, casi de memoria, una lista de casos que han envuelto de hedor y podredumbre la sociedad en la que vivimos. Y lo malo no es que se lleven el dinero y luego no lo devuelvan, no, eso no es lo peor. Lo peor es ver como se resquebraja la ética de algunos ciudadanos que deberían representar modelos a seguir y que se van pervirtiendo ante nuestras atónitas miradas en un totum revolutum impensable. Cuando políticos, sindicalistas, banqueros, jueces, empresarios de éxito, defensores de los consumidores, intelectuales, miembros de las fuerzas de seguridad, acusaciones populares, etc. cambian la carroña por la ética, es porque algo muy gordo se está fraguando en la conciencia colectiva de un país.

El valor, como en el ejército, «se supone», la honestidad debería suponerse de la misma manera en todos estos ejemplos de enterados, trincones y chorizos de este tiempo. Se habla de regeneración política y realmente deberíamos hablar de regeneración social ya que los políticos no son más que el reflejo de la sociedad en que nos hemos fraguado. Aparte del daño económico que causa esta partida de delincuentes, lo peor es el daño moral que se le causa a millones de personas que se levantan cada día a tener que buscarse la vida honestamente viendo como unos listillos de turno se quedan con el personal de mala manera. Entre todos tenemos que arrinconar a esta gentuza como se arrincona la basura en el recogedor para ver si, cuanto antes, los arrojamos en el contenedor de los desprecios.