El covid-19 y el arte

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21 jun 2021 / 08:18 h - Actualizado: 21 jun 2021 / 08:23 h.
"Tribuna"
  • Ilustraciones de Teresa Lafita
    Ilustraciones de Teresa Lafita

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No es cierto que cada día que pasa desde que empezó el “estado de alarma”, el 14 de marzo de 2020 hasta ahora, se hayan visto montañas de cadáveres de artistas por las calles. Tampoco los que tristemente han fallecido en hospitales, geriátricos, etc. a causa del COVID-9, que ciertamente se nos ha llevado a algunos. Lo cierto es que de seguir la situación por donde va, el arte y los artistas entraremos en inevitablemente en un coma del que no sabremos si vamos a salir o no, ni en qué estado lo haremos.

Este artículo pretende ser una llamada de atención, un S.O.S. acerca de la grave situación por la que están/estamos pasando muchos artistas porque lo cierto es que como en otros muchos colectivos, los artistas han tenido también sus víctimas.

Unas víctimas que pueden definirse como directas o indirectas, esto quiere decir en primer lugar, si el virus no es la causa, y si el fallecimiento por otras consecuencias devenidas del COVID-19, no ha sido ni sigue siendo, un daño colateral.

El segundo lugar es mucho más difícil de describir porque no se refiere a la muerte física sino a la social, a la desaparición en cuanto que autor de muchos artistas que intentaban abrirse camino en sus trayectorias, y a causa del COVID 19 estas han sido –de momento y veremos que hasta cuando- truncadas.

Es aquí ahora donde quiero centrarme, para que nos percatemos de cómo hasta qué punto las causas y las consecuencias de la pandemia, han incidido entre los artistas.

La pregunta que me hago al día de hoy, es si se ha cuantificado el impacto no sólo vital –o además de vital- sino económico, que está produciendo el Covid 19 entre uno de los colectivos más vulnerables de la población como son los artistas.

El covid-19 y el arte
Ilustraciones de Teresa Lafita

Cuando he escrito artista, sólo por hoy y por cuestiones de no liarla más parda de lo que está, voy a referirme sólo a los plásticos, visuales o táctiles, no a los auditivos como pueden ser los compositores e intérpretes; no a los escénicos como pueden ser los actores de teatro, danza, ballet, baile o cine; no a todos los demás profesionales que intervienen en las escenografías, vestuarios, rodajes, etc.; no a los arquitectos ni ingenieros; no a los diseñadores de moda, ceramistas, mueblistas, diseñadores gráficos y de todo lo que exista -aun siendo consciente de que muchos de todos los anteriores entrarían de pleno en la categoría de arte por todas las razones que he esgrimido aquí en muchas ocasiones- sino para centrarnos, sólo a los que practican/practicamos fundamentalmente la pintura y la escultura, aunque aquí habría que matizar entre los dibujantes, ilustradores, grabadores, vaciadores, orfebres, collagistas, artistas textiles, vidrieros, mueblistas, metalisteros,...

Y sí, habéis leído bien: más vulnerables. Y lo son/lo somos, entre otras cosas y puede que de las peores, porque no queremos reconocerlo, porque a estas alturas del partido nos da vergüenza reconocer que vamos a las colas del hambre, vivimos a expensas de la familia, de lo que antes era la caridad y hoy asuntos sociales –o lo que antes eran asuntos sociales y hoy es la caridad- que malvivimos con otras cosas –no diré trabajo- que nada o poco tienen que ver con nuestra intención de crear, para la que muchos invirtieron años de formación o de oficio. También, por los miles de prejuicios aceptados social –que no individualmente- acerca de la consideración que se ha tenido y tiene de los artistas.

Me estoy refiriendo con el calificativo de víctimas, a los que han fallecido ciertamente por este virus, por cualquiera de los miles de virus, hongos, bacterias, parásitos y enfermedades que existen que no son el COVID-19. Pero me estoy refiriendo también, a las víctimas económicas.

Si no reconocemos que vender, lo que se dice vender, sólo está a la altura de unos pocos que se hicieron un nombre mucho antes de la pandemia, y que en consecuencia un alto porcentaje no vende una escoba aunque sea de diseño, pues ¿qué decir y a quién quejarnos? si somos nosotros los que nos cerramos las puertas, los que no nos manifestamos, no reivindicamos nada: ni que nos suban el I.V.A. de todos los materiales, ni que paguemos las cuotas de autónomos –o ni siquiera podamos- porque ni siquiera hagamos la Declaración de la renta, porque no nos llegan los ingresos ni al mínimo.

Si hacemos un repaso de la Historia del Arte, la situación de los artistas en España no ha sido lo que se dice muy boyante (para no entrar en jardines renacentistas, manieristas o barrocos, ni en Escuelas locales), siempre ha sido así: una minoría de maestros ciertamente merecidísimos, y una gran tropa de lo que se ha venido incluyendo en los de 2ª, 3ª, 4ª o 5ª fila.

Más abajo intentaremos demostrar como la libertad del artista, la de géneros en arte, de estilos o de materiales y soportes, son otras falacias como cualquiera otras.

Yendo a la pregunta que hoy lanzo a mis lectores (profesionales liberales, funcionarios, empleados por cuenta propia o ajena, ...), y a todos los que como muchos de nosotros “subsiste” –y esta es la palabra clave- con contratos basura, subcontratos, desempleos, personal en prácticas o gratis ad honorem causa, en fin, si alguien se ha percatado de que al igual que lo que está cayendo en muchísimos colectivos y personas individuales, los artistas lo están pasando también bastante mal, y por tanto se hace más que necesario que cada uno en la manera que pueda, reivindique exposiciones en centros con la suficiente repercusión mediática, para que repercuta no en otra cosa que en su economía, con lo que a su vez, se contribuye a los presupuestos públicos y a la economía del país.

Esto mismo va dirigido a los empresarios: sobre todo a las grandes empresas a las que tanto nos cuesta “arrancarle” un euro para por ejemplo el cartel, no digamos el catálogo, publicidad y todo lo que se necesita para hacer una muestra incluyendo seguros, transporte, embalaje,...

El covid-19 y el arte
Ilustraciones de Teresa Lafita

Nadie nos obliga a ser artistas. Ocurre que serlo es una necesidad vital, cuando por otro lado ¿alguien todavía duda de que el arte es algo prescindible?

Lo sería obviamente en el caso de tener que atender a necesidades más graves: una catástrofe natural, la la sanidad, los transportes, las carreteras, a la educación, la cultura,... ¿Nos hemos preguntado si el arte entra dentro de la cultura de cualquier lugar?, ¿nos hemos preguntado cuánto supone el arte para el P.I.B. de un país o de una ciudad como la misma Sevilla, cuando además uno de sus ingresos principales se basan en el turismo?, ¿vamos a limitar ese turismo a la sota, caballo y rey de Catedral, Alcázar y Museo de Bellas Artes?, ¿y los pueblos: es que no hay museos ni artistas en ninguno?

El covid-19 y el arte
Ilustraciones de Teresa Lafita

Además ¿no se ha percatado nadie que los artistas somos los colectivos a los que siempre se recurre cuando se trata de subastar –o vender- las obras que cedemos para fines benéficos? Fines que curiosamente están fuera de cualquier beneficio para los autores o si hay alguno, es muy poco cuando lo que debería hacerse es que sea –además de para otros proyectos o necesidades- para fomentar el que se adquieran las obras TAMBIÉN para favorecer merecidísimamente a los autores, o hacerlas independientemente de otros eventos.

Por supuesto que ante el cierre de negocios, ante la disminución de la producción, ante tantas circunstancias aleatorias, una gran parte de la población del mundo (y no sólo la de Sevilla), lo está pasando fatal. No me refiero sólo a aquellos que por emigración de sus respectivos lugares de origen ante circunstancias adversas, se hayan visto en la necesidad de recurrir a las instituciones públicas, ONGs y a la solidaridad en general, sino a los que han visto mermada su economía por falta de encargos, cuando deben atender a hijos menores, hipoteca, salud deficitaria, vejez precaria, una juventud o madurez sin expectativas.

No menos cierto es lo mal que lo estamos pasando muchos artistas y por muchos motivos. El 1º de ellos es que no estamos unidos y que las asociaciones que existen, hacen lo que pueden, pero no aportan –porque no está en sus Estatutos o son irónicamente “sin ánimo de lucro”- los recursos suficientes para que nuestro trabajo diario, tenga un salario si quiera mínimo, lo que repercutirá en las pensiones, en el crecimiento económico de su hábitat y por ende, en el del país.

Pagamos los impuestos directos e indirectos, cumplimos nuestras obligaciones fiscales, atendemos las necesidades básicas,...y no nos quejamos, o lo hacemos en privado aunque este tipo de pobreza no se reconozca como vergonzante porque se vive en primera persona y no en terceras, que es lo que se conoce como (de) vergüenza ajena.

Por otra parte está el hecho secular de la consideración que hemos tenido los artistas, a quienes debe darse la categoría de genio, y si no, no son artistas.

(Continua mañana)