La vida del revés

El discurso del odio y la explosión de violencia

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07 sep 2021 / 15:32 h - Actualizado: 07 sep 2021 / 15:43 h.
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Lo más importante que tenemos en este mundo siempre son otras personas. Algunos creen que son los bienes materiales y eso es falso. Sin alguien cerca que te quiera y cuide, sin alguien cerca al que poder querer y cuidar, eres hombre o mujer muerto o muerta. Algunos creen que es Dios el más importante de todos y eso es falso. Dios, si es que existe, tendrá cosas que decir en el otro barrio, pero en este disponemos del libre albedrío dentro de una realidad determinista, y punto. Otros creen que lo más importante es la explicación de la realidad que nos llega a través de la física, de la química o del arte, pero podemos prescindir de todo y seguir adelante. De todo salvo de nuestro propio relato, de contarnos las cosas cada día; y para eso son necesarios los demás, también el entorno pero, sobre todo, las otras personas.

Causa estupor que algunos señalen a otros seres humanos como si fueran un peligro y sin razón alguna, como si hubiera que aislarlos o acabar con ellos. Y causa el mismo estupor (ni más ni menos, idéntico) comprobar cómo otros ejecutan esos deseos de forma violenta, repugnante y obscena. Unos señalan a los que forman el colectivo LGTBI, a los inmigrantes, a los curas o a los militares; los meten en el mismo saco como si fueran un solo cuerpo; les acusan de asesinos, de violadores, de errores de la Naturaleza o de pederastas, y les diferencian del resto de la sociedad como si dentro de ese resto no hubiera asesinos, pederastas o violadores. A continuación, poco a poco, unos pocos deciden que tomarse la justicia por su mano les hace grandes e importantes, algunos tratan de salir de su irrelevancia a base se gritar, golpear, vejar o matar, a los señalados. Es un proceso perverso que se está acrecentando en España y que se intenta justificar con el derecho a defender las ideas, en nombre de una verdad bastante dudosa y desde una ignorancia dolorosa.

Causa estupor dónde hemos llegado. A un muchacho gay le asaltan ocho encapuchados y le marcan con un cuchillo el glúteo escribiendo con el filo la palabra maricón. A plena luz del día, en el centro de Madrid. Matan a un chico por ser gay al grito de maricón de mierda en A Coruña. En pleno siglo XXI, parece mentira que exista gente que piense en estas personas como en errores o enfermos. Si violan a una mujer, de forma inmediata, se señala a los extranjeros. A veces, es cierto; otras no; pero se les señala y se acusa al colectivo completo sin remilgos. En las redes se habla de curas y se habla de pederastas como si todos lo fueran. Los militares son unos asesinos aunque mueran intentando salvar vidas en misiones de paz. Hemos convertido nuestro mundo en un disparate peligroso y grotesco. ¿Esto es libertad de expresión? ¿Tiene esto algo que ver con defender unas ideas? Cuidado con las cosas que decimos porque tienen consecuencias.

Me avergüenza tremendamente lo que esta pasando. Sabemos quién señala a otros. Si vemos cualquier telediario lo descubrimos al instante. De un lado o de otro; todos se dejan ver porque ya vale cualquier cosa. Es raro el día que unos no señalan a niños como si fueran hienas y otros llamen fascista al primero que no piense como ellos. Basta ya.

Es necesario y urgente que pensemos seriamente sobre todo esto, sobre el mundo que estamos construyendo, sobre las consecuencias que puede tener dejar que crezca un movimiento en el que el más violento es el rey, en el que grita más es el jefe, en el que miente de forma más graciosa es el líder. Un mundo controlado por los mediocres no merece la pena.

El día que volvamos a presumir si leemos, si estudiamos, si somos tolerantes o si nos sentimos orgullosos por prepararnos para poder discutir desde ideas sólidas; ese día habremos ganado el futuro. De momento, perdemos por goleada.