Desvariando

El dolor de la memoria

Image
Manuel Bohórquez @BohorquezCas
24 sep 2022 / 10:22 h - Actualizado: 24 sep 2022 / 10:24 h.
"Desvariando"
  • El dolor de la memoria

Una de las cosas más duras de la vida es ir perdiendo a familiares y amigos, y a determinada edad, a partir de los sesenta años, es algo muy frecuente y doloroso. Raro es el día que no me llega la triste noticia de la muerte de alguien querido de Arahal, Palomares del Río, Triana o la Carretera de Su Eminencia. De personas que fueron importantes en mi infancia, por ejemplo, que son las muertes que más duelen porque son las personas que almacenamos en la memoria con mayor cariño y nitidez. Hace dos días me llegó la noticia de la muerte de María Castillo, una mujer de Los Palacios que vivió muchos años en Cuatro Vientos, casada con Celestino Capita, que aún vive, si eso es vivir. Su casa daba pared con pared con la mía y aunque llevaba ya décadas sin verla, estaba en mi memoria. Era una mujer de una vitalidad increíble. Un día me corté un pie con una botella y como mi madre estaba trabajando y mi abuelo andaba en el campo, me puso en el cuadril y me llevó al médico de Mairena del Aljarafe, porque ese día no lo había en Palomares. Son más de dos kilómetros, aunque hoy no lo parezca porque estos dos pueblos se han fundido prácticamente con las nuevas urbanizaciones. La herida era grande y me podía haber desangrado en el camino, pero corrió como un gamo y me salvó. Veo la cicatriz cada día y me acuerdo de María, tan luchadora, tan cariñosa, tan buena madre y mejor vecina. Siempre había un plato de comida, una tajada de sandía o un helado para mí y mis hermanos, cuando mi madre no estaba. Recuerdo lo que lloré cuando se fueron a Alemania, al amanecer, para vivir mejor. Sus hijos eran mis hermanos pequeños, sobre todo el Cele, el mayor. Se fueron y estuve años sin saber nada de ellos. Siendo ya un hombre, con 27 años, localicé un teléfono de ellos y cuando le dije a María quién era, el Manolito de Pepa, después de casi veinte años, se echó a llorar. Cuando regresaron a Palomares ya no vivía allí y la relación se fue acabando, algo que suele pasar. Personas que fueron importantes en nuestras vidas, un día se alejan y solo queda de ellas el recuerdo, a veces un dolor en la memoria, como en este caso. Daría mi sangre por regresar de alguna manera a mi casa de Cuatro Vientos, que aún está en pié, aunque solo fuera por volver a ver la alegría de vivir de María, su esposo e hijos. Ver a Celestino criando cernícalos y jilgueros, beber de nuevo el agua fresquita del pozo de sus padres y dormir escuchando el arrullo de los palomos. Ayer pasé por Cuatro Vientos solo por recordar aquello, aunque me doliera el recuerdo de María, que se acababa de ir. La memoria es a veces un dolor insoportable, por tantas ausencias de seres queridos. Pero es también buena compañera de viaje para afrontar el último tramo de la vida. Sin los recuerdos, buenos o malos, seríamos solo un gran trozo de carne y huesos que se le podría echar a los buitres.