El escalafón taurino a examen: temporadas paralelas

La ausencia forzada de Roca Rey ha marcado el definitivo desgaste de las primeras figuras mientras los toreros emergentes ocupan nuevas posiciones

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31 ago 2019 / 10:06 h - Actualizado: 31 ago 2019 / 10:08 h.
"Toros","Observatorio taurino"
  • El diestro peruano Roca Rey toreando con la muleta. EFE/Raúl Caro.
    El diestro peruano Roca Rey toreando con la muleta. EFE/Raúl Caro.

Roca Rey se marchó en la yema de la temporada, después de cumplir su primer compromiso en la feria de San Fermín. La incapacidad se hizo evidente en aquella tarde cuesta arriba y no pudo cumplir su segundo contrato en el coso pamplonica. Antes ya había tenido que renunciar a torear en algunas plazas. Arrastraba las secuelas de la dolorosa y fortísima voltereta sufrida el 22 de mayo en la plaza de Madrid, que le produjo una hernia cervical de la que aún no se ha recuperado por completo.

Después del ciclo pamplonica siguió cayéndose de distintos escenarios mientras se imponía la verdad de su estado de forma. El diestro peruano viajó a Nueva York para diagnosticar su lesión y tomó la decisión de dejar pasar todo el mes de agosto. Rendido a la evidencia, tuvo que cortar por lo sano. Hasta entonces se hablaba de “el año” de Roca Rey. Y es que el cóndor peruano había pasado como una auténtica apisonadora por Olivenza, Castellón, Sevilla, Jerez y Madrid pero fue en el Foro, precisamente, donde se sentenció su año con esa tremenda voltereta propinada por un sobrero del Conde de Mayalde que ha pagado tan cara.

La ausencia del astro limeño dejó a las empresas cavilando. El imán de la taquilla se había esfumado. El hueco fue cubierto con desigual acierto en las distintas plazas poniendo de manifiesto un dato fundamental: el único torero capaz de llenar los tendidos al reclamo de su nombre era el peruano, seguido de cerca por otro matador que en cinco minutos y con veinte muletazos revolucionó la campaña y puso boca abajo el toreo. Sí, hablamos de Pablo Aguado... Se trata, hasta ahora, de una pareja imposible. Aquella faena reveladora se produjo el Viernes de Farolillos, en el último cartel de campanillas de una Feria de Abril que se celebró íntegramente en mayo. Aguado compartía cartel con Morante y el propio Roca, que salió de la plaza cavilando. No volvieron a verse en un patio de cuadrillas.

Pero el repaso del escalafón y el seguimiento de las distintas ferias y festejos también marca una constante: el tirón declinante de la antigua primera fila. Algunos, como El Juli, sostienen unos altísimos honorarios que no pueden generarse en la taquilla. El agotamiento de su concepto también se hace evidente en el fragor de la temporada aunque su indeclinable profesionalidad y algunas faenas aisladas reivindican al gran torero que es. Morante, en su parnaso particular, se sostiene gracias a su envidiable capote –uno de los más expresivos de la historia- y contadas gotas de calidad. Manzanares, el tercer hombre de este senado, está cuajando mejor final que principio de temporada después de algunos años a medios gas. En Bilbao o Linares han podido comprobarlo.

Pero antes de tomar el orden estricto del escalafón toca reivindicar el papel jugado por una baraja de matadores que, de alguna manera, están protagonizando una temporada paralela que interesa al aficionado pero aún no ha rendido a ese público que sostiene las taquillas. A la cabeza de esa lista está Paco Ureña, flamante y grandioso triunfador en las Corridas Generales de Bilbao. Pero es que el valioso torero murciano ya había rendido Las Ventas por San Isidro, llegando a abrir la Puerta Grande la tarde del 15 de mayo con una corrida de Victoriano del Río. Ureña –que ha hecho olvidar su gravísimo percance, del que nunca ha hecho exhibicionismo- también ha salido a hombros en plazas como Nimes, Santander o Almería. Merece hacerse un hueco en los mejores carteles. Ya es uno de los toreros indiscutibles del año. También merecen incluirse en este estrato los nombres de Emilio de Emilio de Justo y David de Miranda. El primero anda dando golpes hasta su eclosión definitiva. El segundo ha logrado abrirse hueco después de triunfar a lo grande en la isidrada. Merecen mejor y más ancha cancha.

Podemos descender un escalón para encontrar a Perera, que a pesar del desgaste inevitable dio lo mejor de sí mismo en las Colombinas. Cayetano, agraciado con las bolas premiadas de las sustituciones de Roca Rey, se sostiene gracias a la alcurnia de su nombre y un encomiable amor propio. Ginés Marín sigue agazapado en la retaguardia; le costará salir de ahí. Ferrera, por su parte, sigue buceando en ese concepto de toreo expresivo que a veces cruza la frontera del manierismo. Octavio Chacón, que ha toreado más que en toda su vida, ha consolidado su faceta de actor de las corridas duras. El Fandi, que se ha quedado fuera del tablero por otra lesión, mantiene su rol de funcionario. Nada ha aportado López Simón y El Cid, en el año de su adiós, ha podido reverdecer algún laurel, como en la feria de Huelva.

¿Qué más podemos contar? Que Urdiales sigue reivindicando el toreo puro como principal estandarte; que Román sufrió y superó uno de los percances más graves de la temporada; que Pepe Moral respiró hondo después de indultar el ‘victorino’ de Sanlúcar en un año cuesta arriba; que Escribano mantiene su sitio con entrega y profesionalidad; que hay jóvenes que fueron flor de un día y otros luchan porque no les lleve la corriente; que Luque quiere recuperar el tiempo perdido; que Luis David Adame podría ser mejor torero de lo que cuenta; que Ponce echó un insólito borrón en Bilbao después de varios meses en el dique seco... Y que hay toreros, como Juan Ortega, en un increíble ostracismo del que merecerían salir.

El año pasado, por estas fechas, ya coincidíamos en las mismas conclusiones. Ese agotamiento de la veteranísima primera línea del escalafón demanda abrir ligeramente los carteles para propiciar una transición suave de una a otra generación taurina. El ser y estado de cada matador será la mejor criba, más allá de las miserias de un negocio que hace y deshace carteles de forma artificial y con visión cortoplacista. El toro lleva demasiado tiempo en manos de comisionistas que no tienen demasiada fe en el futuro de este hermoso mundo.

Cifras y letras

Conviene echar un vistazo a la tabla que marca las posiciones numéricas en el escalafón de los matadores de toros. No deja de sorprender que el primero de la lista sea un matador cargado de trienios como El Juli, que acumula 34 corridas toreadas. En segunda posición, con 30 bolos, se sitúa Manzanares. A 29 contratos empatarían Perera, Castella, Cayetano y Morante de la Puebla. Hay que descender hasta la octava posición para encontrar a Pablo Aguado que ya ha cumplido 26 corridas de toros y ha perdido varias por distintos percances. Ferrera, en novena posición, ya ha toreado 23; idéntica cifra a las corridas sumadas por el guerrillero Octavio Chacón que cierra las diez primera posiciones de la tabla.

Curiosamente, hay que bajar más aún para encontrar a algunos de los toreros más interesantes de esta temporada que ya encara su recta final. Dejamos pasar a El Fandi, López Simón y El Cid para encontrar a Emilio de Justo, Paco Ureña y David de Miranda –tres de los nombres que más han sonado este año- en los puestos 14, 15 y 16 con 21, 20 y 19 corridas toreadas respectivamente. Roca Rey, con sólo 17 festejos cumplidos por culpa de su lesión, se queda por ahora en el puesto número 18, seguido de Urdiales que ha acumulado –como Román y Pepe Moral- 16 funciones.

A partir de ahí, la lista de toreros que han logrado torear diez o más corridas de toros en la presente temporada recoge –en orden inverso- los nombres de Manuel Escribano, Toñete, Álvaro Lorenzo, José Garrido, Rubén Pinar, Daniel Luque, Gómez del Pilar, Enrique Ponce, Joaquín Galdós, Finito de Córdoba, Juan Leal, Luis David Adame, David Galván, Fernando Robleño y Ángel Téllez. Que cada uno saque sus propias conclusiones...