Los medios y los días

¿El estado de derecho nos vuelve blandos?

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28 ene 2023 / 07:00 h - Actualizado: 28 ene 2023 / 07:00 h.
"Los medios y los días"
  • ¿El estado de derecho nos vuelve blandos?

Sí, nos vuelve blandos el estado de derecho, pero no tengo una idea alternativa mejor que no corra el peligro de conducir a la dictadura, a la tiranía, a la autocracia, la teocracia, al autoritarismo sátrapa o al totalitarismo. A causa de todos estos comportamientos humanos ideamos el estado de derecho. No es perfecto, funciona, para lo bueno y para lo menos bueno, porque, al tiempo que nos fortalece, nos debilita como sociedad. Lamento molestarles para quejarme del estado de derecho sin ofrecerles una alternativa, ya tienen ustedes en estas líneas dos problemas: la endeblez que proyecta el estado de derecho y la falta de alternativa de quien las escribe. Para eso mejor no haberles molestado, ¿verdad? No soy ningún jurista eminente, ningún político de Estado para ofrecer salidas a las debilidades del estado de derecho. Soy un ciudadano que piensa, que lleva mucho tiempo pensando en las carencias del estado de derecho y que ha vuelto a pensarlo con motivo de las agresiones y del asesinato del sacristán en Algeciras, Diego Valencia, por parte de un joven islamista con el cerebro lavado. Los débiles mentales son muy peligrosos si tienen a mano un machete o un arma de fuego.

La salida más fácil y apasionada es cerrar las fronteras al islam, venga quien venga inmigrando de sus territorios. La salida más fácil es generalizar, exclamar, como antes, “¡me cachis en los moros!”. Yo lo he pensado y no sólo esta vez sino muchas. La ventaja de Occidente es haber separado la política y la ideología de la religión y aun así no lo ha logrado del todo. El islam lo invade todo allá donde gobierna, hemos destruido los regímenes islámicos más laicos porque no nos gustaban sus dirigentes o hemos reprimido tanto a la cultura islámica que aquellos polvos represores y abusivos han traído estos lodos yihadistas.

Pero no todos los islámicos son yihadistas, al revés, buena parte del islam rechaza esta radicalización medieval que todavía cultiva el asesinato a degüello o a machete. Y la globalización nos obliga a convivir con mayor intensidad. Parece mentira que nosotros, seres racionales, se supone, estemos aún enfrentados -y matándonos- por unas emociones y unos imaginarios, por unos símbolos y unos ritos, porque eso es la religión. Parece mentira que nuestra razón no sirva para ordenar esas emociones, respetarlas y subsumirlas a ella, a la razón. ¿Cuántos siglos o milenios habrá que esperar para esa maduración del cerebro si es que su evolución va por ahí y llegamos a verla si no nos autodestruimos antes? Con ese mismo cerebro primario se produjeron el Holocausto y numerosas matanzas de carácter religioso.

La venganza contra alguien del Islam como represalia al crimen de Algeciras sólo serviría para generar más violencia. Estamos condenados a entendernos o que vuele todo por los aires de una vez, empezando por Rusia, Ucrania y al mismo tiempo todos nosotros.

Ahora bien, ese cuidado tan lamentable que se tiene en ciertos medios de comunicación y partidos políticos antes de afirmar sin ambages que lo de Algeciras y otros atentados han sido producto del terrorismo islámico es uno de los factores que debilitan al estado de derecho.

Cuando ETA mataba y cuando el atentado de los trenes de Atocha, de inmediato se señalaba a la organización vasca como culpable, no hacía falta que lo reivindicara. Ahora, con el islamismo radical, nos lo pensamos varias veces, creemos que podemos estimular el racismo y la xenofobia, eso es una debilidad en relación con quienes no tienen piedad con nuestra cultura que, en parte, procede de la de ellos, pero muy corregida y aumentada la nuestra. El hecho de reconocer sin ambages que nos hallamos en un escalón superior en lo que a un aspecto de la cultura se refiere no debe implicar violencia contra nadie, ni menosprecio, al contrario, cada cual en su casa y Dios en la de todos.

Pero a cada uno lo suyo, el islam del Califato de Córdoba no es por desgracia el de hoy, tenemos buena parte de responsabilidad en ello con nuestras invasiones y colonizaciones. Ahora sólo queda sentarnos a intercambiar lo positivo de una y otra cultura, de hecho, esto ya está sucediendo, es inevitable en un mundo digital interconectado. Superioridad en aquello de “al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” no supone superioridad absoluta, por eso la interculturalidad es necesaria. Pero sin tirar piedras contra nuestro tejado por defender al diferente, eso nos puede convertir en cómplices del diferente cuando se torna radical y asesino. Además, es un desprecio a quienes en todos estos siglos han muerto por los valores que defendemos en Occidente.