Pasa la vida

El fascismo yanqui asalta también su democracia

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Juan Luis Pavón juanluispavon1
08 ene 2021 / 11:11 h - Actualizado: 08 ene 2021 / 11:12 h.
"Pasa la vida"
  • El fascismo yanqui asalta también su democracia

“Os lo dije en 1995: el fascismo regresará. Está a nuestro alrededor. Vestido de paisano. Bajo las apariencias más inocentes. Os lo dije, releer el texto de mi conferencia en 1995, impartida a estudiantes norteamericanos en la Universidad de Columbia, en Nueva York, titulada 'El fascismo eterno...”. Resuena la voz de ultratumba de Umberto Eco, desde el Cementerio Monumental de Milán, donde fue enterrado el 23-F de 2016. El gran intelectual del lenguaje, del pensamiento y de la comunicación de masas, desenmascaró hace muchos años la verdadera faz de los procesos mediante los que arrogantes aduladores del pueblo llano dan el salto del escenario mediático al político para agrandar su impunidad y pudrir la democracia hasta convertirla en felpudo de tiranía. Como Donald Trump, discípulo de Silvio Berlusconi, que ha inmortalizado el 6 de Enero como la Epifanía del Fascismo Posmoderno. Con una mezcla de complot y charlotada para erigir el Negacionismo por bandera.

La correa de transmisión funcionaba dentro y fuera del Capitolio. Con parlamentarios mal llamados republicanos objetando sin aportar prueba alguna la honradez del escrutinio electoral por el que también ellos han conseguido su escaño. Y a la vez con una turba hortera de ultras salvapatrias asaltando el sancta sanctorum de la soberanía popular para cargarse simbólicamente las instituciones democráticas y después jugar un rato a gamberrear y hacerse 'selfies'. Antes de que llegara para desalojarlos la Guardia Nacional, que no fue enviada con antelación pese a la petición en la víspera a la Casa Blanca por parte de la alcaldesa de Washington. ¡Si era a Trump, Caballo de Troya dentro del Estado, a quien más le interesaba que fuera escaso el blindaje de seguridad del Congreso y del Senado ante una manifestación promovida por él!

Umberto Eco también fue muy clarividente en 2015 a la hora de señalar uno de los grandes peligros para el presente y futuro de la democracia en una sociedad no basada en la educación y la reflexión sino en la hipercomunicación a través de internet. “El drama de internet es que la opinión de los tontos y necios se sitúa al mismo nivel de relevancia que la de un Premio Nobel. Al mismo nivel de portador de la verdad. Cuando antes esos tontos y necios emitían sus opiniones en el bar después de un vaso de vino, eso no trascendía y no dañaba a la comunidad”. Por eso estamos inmersos en la tremenda paradoja de que cualquier persona tiene a su disposición con enorme facilidad y rapidez el acceso a las mejores fuentes de la sabiduría y de la información, pero en Estados Unidos se hace más caso a quienes denigran el uso de la mascarilla para prevenir el contagio de coronavirus (y Trump solo es un imitador de tantos telepredicadores conspiranoicos) que a los científicos capaces de haber creado las primeras vacunas que frenen la catastrófica mortandad. Tan devastadora, en el país con más potencial económico y científico para atajarla bien, que horas antes del asalto al Capitolio, las autoridades de Los Angeles, la metrópoli californiana donde está Hollywood, admitieron que las empresas de ambulancias han recibido la indicación de no llevar a los hospitales a las personas que sufren en sus casas cualquier enfermedad muy grave, como un infarto, y tienen pocas posibilidades de sobrevivir. Porque en toda una ciudad de 10 millones de habitantes ya no hay disponibles ni camas ni respiradores.

La sublimación de la ignorancia osada y de la mentira descabellada es el caldo de cultivo en el que los populismos y los fascismos mejor se retroalimentan. Hasta el punto de influir en millones de personas para convertir sus frustraciones, miedos e ignorancias en viscerales señas de identidad. En desprecio incluso al vecino porque ni dice ni hace lo mismo que tú. En noviembre ya analicé ampliamente en mi artículo 'Cuando con tu voto corrompes la democracia' cómo más de 70 millones de ciudadanos de Estados Unidos han estado a punto de causar la reelección de un personaje dispuesto a perpetuarse de modo vitalicio en la presidencia, y que durante toda la campaña deslegitimó preventivamente cualquier resultado que no proclamara su victoria. Por eso es tristemente coherente que al día siguiente de la primera invasión violenta del Capitolio norteamericano desde hace 206 años, se hace una encuesta en todo el país para pulsar la opinión de la gente y el 45% de los votantes de Trump justifican el ataque a su propio Parlamento.

El huevo de la serpiente está incubado en Estados Unidos. Como sucedió, en un contexto histórico bien distinto, en la Alemania de hace un siglo, cuando el nazismo aprovechó el malestar socioeconómico tras la derrota en la I Guerra Mundial y tras el 'crack' de 1929 para ir captando adeptos y cómplices hasta ser capaz de ganar unas elecciones para llegar al poder y cargarse los derechos y libertades. No es inevitable que el sistema político norteamericano (que durante el siglo XX fue capaz de ganarle el pulso a los totalitarismos más abominables, y se aprovechó de su hegemonía para impedir con golpes de estado y gobiernos títeres que muchas naciones fueran libres y soberanas), mute hacia un híbrido del modelo ruso y del chino, con un imperialismo que se revuelva contra su propia población y ofrezca una apariencia de tecnodemocracia, parapetada en un capitalismo salvaje. Pero si los Partidos Republicano y Demócrata no se regeneran rápidamente y no saben afrontar la profunda modernización y cohesión social que necesita Estados Unidos, acabarán más pronto que tarde siendo eclipsados y jubilados por la siguiente quinta de incautos y fanatizados yanquis rifle en mano dispuestos a idolatrar y secundar a un cantamañanas sin escrúpulos.

La apología de la impostura, del engaño y de la conculcación de la legalidad desde el poder es una pandemia que también está en España destruyendo la salud de nuestra democracia. La arenga de Trump como jefe del ejecutivo para que los ultras hicieran oídos sordos a las sentencias del poder judicial que ratificaban la legitimidad de la victoria de Biden, y marcharan hacia el legislativo para percutir contra sus policías e impedir que fuera designado nuevo presidente, está emparentada con el fascista “apreteu, apreteu” de Torra en 2019 al frente del gobierno autonómico catalán para que los ultras CDR vandalizaran Cataluña y no respetaran ni a policías, ni a mandatos judiciales ni a los catalanes en contra del supremacismo excluyente. Tampoco es inevitable que España mute hacia un despotismo de torpes y cafres. Pero eso puede suceder si no nos tomamos muy en serio las advertencias de Umberto Eco.