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El fin del mundo se acerca, insensatos

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25 ene 2020 / 09:54 h - Actualizado: 25 ene 2020 / 09:56 h.
"Cambio climático"
  • El presidente ejecutivo del Reloj del Apocalipsis, Edmund G. Brown (izq.) junto a la expresidenta de Irlanda, Mary Robinson y el exsecretario general de la ONU, Ban Ki-moon en la presentación del Reloj del Apocalipsis de este año (Bulletin of the Atomic Scientist / EFE)
    El presidente ejecutivo del Reloj del Apocalipsis, Edmund G. Brown (izq.) junto a la expresidenta de Irlanda, Mary Robinson y el exsecretario general de la ONU, Ban Ki-moon en la presentación del Reloj del Apocalipsis de este año (Bulletin of the Atomic Scientist / EFE)

Como todo el mundo sabe, existe un reloj que se adelanta o se atrasa dependiendo de si el fin del mundo está más o menos cerca. Se llama Reloj del Apocalipsis (Doomsday Clock) y depende del Boletín de Científicos Atómicos. No es un reloj exacto. De hecho, es algo extraño en su funcionamiento, algo que se entiende cuando se sabe que las manillas las ponen aquí o allí las personas; muy listas, pero personas, al fin y al cabo. Por ejemplo, si miramos lo que marcaba en 1962, cuando se produjo la crisis de misiles cubanos, faltaban 7 minutos para la media noche que es el momento culminante de esto que llamamos Apocalipsis o fin del mundo o hastaaquihemosllegado. Hoy, faltan 100 segundos para alcanzar la media noche. Y no sé yo si estamos peor que en 1962. Hay que recordar que, en aquel momento, la guerra nuclear era una posibilidad muy cercana a la realidad. Y hoy no parece que el calentamiento climático vaya a acabar con el planeta de inmediato.

Desde los años 90 (estuvimos a 17 minutos del final) la cosa no ha dejado de empeorar a marchas forzadas.

En cualquier caso, lo significativo es que tengamos este reloj en marcha. Tenemos capacidad para autodestruirnos y esa es la razón de ser de este reloj tan tétrico.

Sea como sea, podemos manejar una evidencia: el ser humano es más tonto que pichote; así en general. Y lo peor es que tanto el Reloj del Apocalipsis como nuestra propia idiotez nos parece una cosa exótica, casi graciosa.

No debería ser, ni medio normal, que estemos ante nuestra extinción y estemos decidiendo qué ponernos para estar guapos el día que llegue el cataclismo. Parece que esto que está por venir sea cosa de otros y no del ser humano. Es tal el declive, la decadencia de las civilizaciones actuales, que hemos normalizado nuestra autodestrucción.

Los polos se derriten, los incendios arrasan Australia, la Amazonía o una extensión formidable de Siberia; en el Mediterraneo se alzan olas de 14 metros que nunca antes se habían visto; los animales salvajes llegan a los pueblos y ciudades tratando de escapar del que fue su entorno y que, ahora, es un lugar hostil que no les permite vivir... Somos un desastre y hemos convertido el planeta Tierra en un verdadero infierno.

Más tontos que pichote. Lo dicho.