Si los flamencos no miran por el flamenco, ¿quién va a mirar? No podrían siquiera imaginar la de buenos artistas del género que sacan buenos discos al mercado, que pasan inadvertidos para los grandes medios de comunicación o que les cuesta la misma vida que sean analizados por la crítica especializada en revistas o portales de internet. También hay sellos discográficos modestos que sudan sangre para encontrar espacios de promoción, como La Voz del Flamenco, del guitarrista Pedro Sierra, o La Droguería Music, del productor astigitano Chemi López. Se quedarán sin moral cuando ven en la lista de nominados a los Premios Odeón un disco como Improvisado, de Diana Navarro, de voz prodigiosa, aunque nada flamenca. Si no es un disco de flamenco, ¿cómo aparece nominado como Mejor Álbum Flamenco? O el de Paco Candela, Sentimientos al aire. En fin, mejor no citar más obras que optan a este premio, para no darles publicidad gratis.
Hace medio siglo Antonio Mairena ya decía que se cogía cualquier música, se hacía un paquete y se le ponía flamenco, con lasito y todo. Pero lo que más sorprende de estos y otros premios, es que los flamencos genuinos se presten a esta indignidad, por no decir algo peor. ¿Qué hacen ahí Israel Fernández, Diego del Morao o Dani de Morón? Por lo que parece, si al final les dan el premio, lo demás les importa poco. Por eso está el flamenco como está, entre otras muchas razones. Ni en el propio país de origen de esta música ya universal saben muy bien lo que es o no es flamenco. Y claro, pasan estas cosas o en diarios de gran tirada nacional llaman “revolucionaria flamenca” a Rosalía, que además admiran críticos o flamencólogos de relumbrón. Está volviendo a ocurrir lo que pasó en otros tiempos, que artistas genuinos de enorme calidad, como Tomás Pavón, el Niño Gloria o Vallejo se murieran sin pena ni gloria. Hoy, claro, nos referimos a ellos como genios incomparables, pero murieron tiesos y olvidados. Y es una vergüenza que hoy ocurra lo mismo, en estos tiempos de tanto interés por nuestra música, reconocida por la Unesco como Bien de Interés Cultural Inmaterial de la Humanidad.