Los medios y los días

El FNAC y otros grandes ya no son tan intocables

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11 feb 2023 / 04:00 h - Actualizado: 11 feb 2023 / 04:00 h.
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Las columnas que Juanmi Vega ha publicado en este diario sobre el FNAC o Zara tienen un importante significado y a lo peor no hemos caído en ello. La libertad de expresión aumenta y lo hace gracias al atrevimiento de medios como El Correo de Andalucía que sigue así poniendo en práctica la ética que defendió recientemente su directora de relaciones institucionales, Keka Alcaide, en una conferencia organizada por el Rotary Club Sevilla.

Las grandes empresas, y más si son inversoras en publicidad o bien accionistas de medios, son casi intocables en lo que hagan de negativo para los públicos. La publicidad será muy necesaria y le aporta una buena parte de su sueldo a los periodistas pero también ha sido siempre un peligro para la libertad profesional de servicio público. No es normal que, si un periodista llega a la redacción con una exclusiva o una queja en relación con una gran firma, se publiquen si le pueden causar daño al poderoso. El que paga o puede pagar, manda. Antes de molestar a quien da dinero en publicidad o puede darlo hay que pensarlo bien.

Durante mis años de experiencia como periodista cien por cien en activo he sufrido cortapisas en mi trabajo en este sentido. Hace ya mucho tiempo, tuve una exclusiva sobre una caja de ahorros que me detuvieron en la redacción y una compañía de seguros influyó para que en este mismo diario me quitaran una página de cultura que elaboraba semanalmente. Mi trabajo actual como profesor de periodismo me permite tener fuentes de información en muchos lugares y llevar a cabo ejercicios prácticos. Hace años, en la asignatura Técnicas de Investigación en Periodismo, unas alumnas mías se infiltraron como clientas en una supuesta clínica de adelgazamiento sevillana y me demostraron que aquello era un fraude. El reportaje que elaboraron era un examen que por supuesto se llevó una muy buena nota y quedó bajo mi custodia. He sabido cosas antes que los medios gracias a los trabajos valientes de mi alumnado, esos que no les dejan desarrollar cuando están ejerciendo.

Un tiempo después, aquellas alumnas trabajaban en una emisora de radio. Quisieron publicar lo que habían descubierto y no las dejaron porque la “clínica” invertía en publicidad en la emisora. Posteriormente el centro fue denunciado y condenado ante la justicia y el medio no tuvo más remedio que informar, pero ya no fue cosa suya, sino que como era de dominio público no corría riesgos. El periodismo de investigación se desvía con frecuencia hacia lo político, que para eso están los políticos, y sin embargo la inmensa mayoría de la actividad económica y empresarial es privada y ahí apenas se entra a menos que la justicia tome cartas en el asunto.

Mi colega y amigo el profesor Francisco Esteve, periodista y catedrático ya jubilado de la Universidad Complutense de Madrid, cuando dirigía un máster en Periodismo Económico les decía a sus alumnos que compararan las noticias negativas que aparecían sobre las diez primeras empresas que más invierten en España en publicidad. El resultado se puede imaginar: muy escasas, se supone que todas son buenas por naturaleza.

Este asunto de la publicidad y el periodismo viene de antiguo si nos ceñimos sólo a la época contemporánea. Hacia 1850, el empresario de prensa y periodista francés Emile de Girardin estableció las bases del periodismo de gran tirada y bajó los precios gracias a la ayuda financiera de la publicidad. El hombre se dio cuenta de que captando publicidad y sobre todo en espacios fijos, la inversión de las empresas en anuncios permitiría bajar los precios de los periódicos que fundó, como el diario La Presse. Gran operación empresarial la de Girardin pero, de paso, se cargó en gran medida -no del todo, afortunadamente- la auténtica libertad de expresión del periodista.

Ahora han llegado otros tiempos en los que excepciones como las columnas de Juanmi Vega pueden ver la luz gracias a la apertura mental y permisividad de algunos empresarios. A su vez, los llamados prosumidores (youtubers e influencers), con miles o millones de seguidores, pueden poner en aprietos a algunos poderes, lo que sucede es que al final esos poderes pueden terminar por “comprarlos”. Hay que recordar, asimismo, que ambas figuras trabajan gracias a soportes tecnológicos que no son suyos, como también, por otra parte, los medios digitales en general. El “enchufe” de Internet es de propiedad privada, si no que se lo pregunten a los medios rusos censurados. Y los medios que se financian con aportaciones de sus lectores gozan de mayor libertad también, en este caso lo que hay que comprobar con los años es la fidelidad de esos lectores. La edad y las circunstancias de la vida son contingentes.