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El futuro tiene ya poco porvenir

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Manuel Bohórquez @BohorquezCas
25 abr 2020 / 09:50 h - Actualizado: 25 abr 2020 / 09:52 h.
"Desvariando"
  • El futuro tiene ya poco porvenir

Anoche veía una película muy mala y preferí, sin quitar la televisión, reflexionar sobre todo esto del coronavirus, y no sé ya qué pensar. Si no fuera porque nada más en España van más de veinte mil muertos oficiales –un día sabremos en realidad cuántos son de verdad los fallecidos por el coronavirus–, me atrevería a decir que esto tiene mucho de experimento social para saber nuestro aguante y hasta dónde seríamos capaces de llegar en una situación límite como esta. Nos ordenan que nos encerremos en casa y lo hemos hecho sin rechistar. Incluso hemos salido a los balcones y ventanas a aplaudir a los sanitarios, algo que al Gobierno le está viniendo estupendamente. Mejor eso que salir a la calle a pedir explicaciones, por las buenas, porque podría ser también por las malas.

Al final va a resultar que somos un país disciplinado y obediente, y eso puede ser bueno o malo, depende de cómo lo miremos. Bueno, porque somos dóciles, y malo, porque después de esta pesadilla si el Gobierno nos saca del lio y el próximo año remontamos económicamente, puede haber social-comunismo un buen rato, sobre todo porque la oposición es cortita con sifón. ¿Esto de que haya un gobierno social-comunista es bueno o es malo? Depende de cómo se mire y a quién le preguntemos. Anoche reflexionaba sobre el futuro y llegué a la conclusión de que no tiene mucho porvenir. El mañana, quiero decir, aunque parezca una soberana tontería. La pandemia nos ha mostrado en toda su crudeza lo poco importantes que somos y el escaso peso que tenemos.

Un millonario ya no es tan poderoso como hace mes y medio, porque un virus nacido en las tripas de un murciélago, el quiróptero más feo de la tierra, puede acabar con su vida y con su fortuna en tres días. No parte peras: mete en la caja a cualquiera sin preguntarle el saldo de la cuenta bancaria. Eso sí, se sabe cuándo, dónde y cómo ha muerto. Un pobre es despechado por el virus asesino y ni Dios sabe dónde está su cadáver. Toda la vida luchando, haciendo realidad los sueños, por pequeños que sean, y todo se acaba por un bichito invisible que por lo visto tiene las ideas de Caín. Creo en serio que después de esta embestida del triste toro de la realidad, qué más da si hay o no un futuro. Con estar vivos hoy y asegurar el plato de garbanzos de mañana sin que nos jodan mucho, es más que suficiente.

Ya no vale planificar nada porque unos señores gobernantes te pueden encerrar en tu casa dos meses, te obligan a cerrar tu negocio, te dicen cuándo puedes salir y a qué, controlan tu vida y, encima, te arruinan. Te hablan de volver algún día a la normalidad, pero insinúan que la normalidad va a ser de otra manera, nos guste o no, diseñada por ellos. No temporalmente, sino para siempre. Nosotros os diremos cuándo podéis salir, cómo tenéis que hablaros los unos a los otros, de qué manera os tenéis que abrazar y cómo tendréis que guisar el pollo.

Y a todo esto, si nos echáramos a la calle a protestar acabaríamos encerrados en campos de concentración para no infectar a los residentes en las cárceles. Ni lo vamos a intentar. Por fin nos han domado y han logrado que el futuro no tenga porvenir. ¡Hay que joderse!