El gran teatro

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27 mar 2016 / 22:05 h - Actualizado: 27 mar 2016 / 22:09 h.
"Teatro","Viento Sur"

El poder quiere acabar con el teatro porque el teatro se parece cada vez más al poder. O viceversa. Con la política convertida en farsa, la máscara es el rostro más reconocible. Sólo que en esa otra comedia no hay arte que valga, Arlequín perdió la magia y la ciudadanía se sigue pareciendo a un torpe Polichinela que aplaude y que vota al muñeco de los garrotazos.

El Día Mundial del Teatro se conmemoró ayer con un sinfín de salas cerradas, con las compañías emprendiendo su antiguo viaje a ninguna parte, a taquilla como antaño, con un IVA imposible a beneficio de Hacienda que, definitivamente, no somos todos. Cristóbal Montoro amordaza con impuestos a los cómicos lo que Manuel Fraga Iribarne censuraba en sus tiempos de ministro de Información y Turismo. Por aquel entonces, Torquemada tuvo que vérselas con el teatro independiente. La dependencia del teatro de hoy no anuncia nada bueno.

El mejor, el peor y el mayor ejemplo de todo ello es la sala y el patrimonio de La Cuadra, uno de los más claros emblemas de la escena andaluza de las últimas décadas, que agoniza más que languidece. ¡Ay de aquellas otras quimeras quiero y no puedo como el gigantesco edificio de la SGAE que se apolilla costosamente en La Cartuja! A pesar de los pesares, el teatro sobrevive, ya sea en un zaguán o en unas ruinas romanas. Con la bohemia de La Boheme, con más tragedias que Shakespeare y con la convicción profunda, sea o no sea su día, de que el espectáculo debe continuar.

Cuando ya nadie recuerde a los poderosos que quieren convertir en un burdo paripé al gran teatro del mundo, seguiremos recordando a quienes fueron capaces de convertir a los personajes en personas cuando ciertos personajillos pretendían reducir a sus electores a la triste condición de títeres de cachiporra.