Vaya la que se está formando con la famosa serie de Netflix ‘El juego del calamar’. Parece que no hay otra cosa en la vida del español que este programa, que incluso ha llegado a los colegios con todas las consecuencias.
Estos días se viene alertando de la reproducción de los juegos de esta serie. Me puse a investigar un poco de qué iba y cuáles eran esos juegos y no me pareció muy diferente a lo que viví en mi infancia.
Cuando uno perdía en el juego de la ‘Alemana’, le tocaba ponerse de cara a la portería mientras el resto de jugadores intentaba pegarle un pelotazo. También recibía el llamado ‘pasillito’ el que quedaba último en algún juego.
Eso no salía en ninguna serie coreana, ni tampoco creó traumas a los que vivieron esos castigos. Al igual que tampoco los creó las collejas que te daban cuando llegabas recién pelado o los pisotones que le dabas a tus compañeros cuando estrenaban botines.
Estamos sobreprotegiendo a una juventud que se va a pegar un golpe cuando salga a la calle y vea cómo es la realidad. Sin ese manto de protección de los padres y de algunas instituciones, la criatura va querer tenerlo todo sin hacer nada, sólo hay que ver que ahora pueden pasar de curso teniendo toda la cartilla suspensa.
Entiendo que la generación de nuestros padres nos criase de una forma diferente e incluso mimase más a sus descendientes, pues ellos se criaron en plena dictadura o en los finales de la Guerra Civil. Querían darles a sus hijos lo que ellos no tuvieron, pero ahora no hace falta porque nacen con todos los extras de serie.
Esta sobreprotección pasará factura en unos años. Ya vamos viendo algunos ejemplos en el que nos encontramos a estos seres que exigen mucho, pero aportan poco. El día que se hagan mayores, no tengan el refugio del manto de sus padres y tengan que buscarse la vida, ese será el auténtico juego del calamar, aunque para juego difícil, encontrar un buen calamar de potera en Sevilla.