El legado de Obama: Donald Trump

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10 feb 2017 / 22:00 h - Actualizado: 10 feb 2017 / 22:00 h.

La victoria electoral de alguien al margen de los circuitos habituales ha convulsionado el mundo. No apoyado por la prensa y respaldado por la clase media (generadoras de riqueza , empleo y pagadora de impuestos) la victoria de Donald Trump nos ha enseñado lo diferente que es la sociedad norteamericana, en donde la tradición de la primacía de los esfuerzos personales y la desconfianza en la burocracia perviven en las zonas menos europeizadas devotas del discurso de un estado protector, insostenible e igualador de la mediocridad.

Si Trump se deja asesorar, aparcando cierto histrionismo y soberbia preelectoral, puede convertirse en un nuevo Ronald Reagan con el que derribar los muros de las pretensiones totalitarias actuales (corrección política, estatismo, imposición de ideologías mediante las leyes, pensamiento débil frente a los violentos...). Cierto es que puede caer en el error de cegarse por los discursos meramente de desprecio a los adversarios y avivar la maldición divina europea de la autodestrucción por un nacionalismo estrecho de miras.

Pero, por encima de todo, Trump no es más que una consecuencia de Obama, de una gestión basada la aplicación de una ideología pre-socialista con tintes de culto a la imagen de Royal Family. Es la reacción de intentar gobernar al gusto progre una nación que se basa en la legítima individualidad de sus miembros y que ahora, quizás exhausta por pagar nuestra fiesta en modo de escudo protector, se pregunta de nuevo si no es mejor cultivar su tierra, construir su casa, rezar a su Dios y cuidar de su familia y que otros sean los conejillos de indias de ideologías aparecidas en departamentos de universidades centroeuropeas al calor de desarrollismo de los años 60.

De momento, en el estado de Texas el tipo máximo del impuesto equivalente al IRPF es el diez por ciento. Ah, y Guantánamo sigue abierto.